• 05/04/2015 03:01

Porras, en Domingo de Ramos

En 1931, se mantenía la tradición del Domingo de Ramos, en el cual se reproducía la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén

Es casi imposible pergeñar conceptos, frases, artículos o referirnos a hechos históricos importantes de la Región del Canajagua sin mencionar al doctor Belisario Porras Barahona como un personaje que se desempeñó en suelo tableño, no solo en los aspectos conocidos, sino en el cristiano que quiero plasmar en este artículo.

Leí, gracias a un amigo, quien me hizo llegar el libro Trozos de vida, escrito por el doctor Porras Barahona, un pasaje diferente, humano, que deja al descubierto su sólida formación cristiana, forjada en aquel pueblo olvidado: Las Tablas.

En 1931, se mantenía la tradición del Domingo de Ramos, en el cual se reproducía la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén a las cinco de la tarde, montado en el borriquito que la familia de don Federico Barrera criaba, y mantenían disponibles para ese propósito. Con prosa sencilla, el doctor Porras nos relata su experiencia en un Domingo de Ramos.

En casa de su abuelo, uno de los fundadores de Las Tablas, don Joaquín Barahona, se guardaba en un cuarto la imagen de El Jesús Triunfante; se protegía la vestimenta y la Gran Capa de Domingo de Ramos, que utilizaba cuando lo montaban en el borriquito para emprender viaje a Jerusalén. Como hasta los diez años castigaban en esta casa las travesuras y mala conducta ‘obligándome ir al cuarto donde permanecía Jesús sentado, a arrodillarme delante de Él y pedirle, así arrodillado, perdón por mis faltas; rezarle después un credo o dos credos, o tres, según fuera la falta, y rogarle dulcificara mi carácter...’.

Refiere el gran terror que no podía dominar, debido a la gran consideración que le guardaban a dicha imagen que se tenía como parte de la familia. El no perdía Domingo de Ramos que no asistiera a la procesión, los primeros años vestido de hebreo, en su pubertad con su ‘vestido dominguero’, en pantalón de dril blanco, y saco de alpaca negro, llevando alguna de las varas del Palio, en la Puerta de Tierra, fingiendo que lo era en Jerusalén, construida a la entrada de la plaza, hoy parque Presidente Porras.

A los catorce años fue enviado al lado de su padre a seguir sus estudios en la Universidad Nacional en Bogotá, en donde permaneció diez años y luego enviado a la Universidad de Bruselas por el presidente Javier Zaldúa, quien había sido rector de la de Bogotá. En dos únicas visitas realizadas durante sus estudios, no falló en visitar el cuarto de Jesús Triunfante, rezó los tres credos, en recuerdo del perdón conferido por sus faltas juveniles.

Una gran tristeza lo abatió cuando, en su edad madura, recibió la noticia del derrumbe de la casa solariega en donde vivieron tres generaciones de su familia y nadie supo decirle qué se había hecho el Jesús Triunfante.

Años después, sin noticias de la imagen, decidió visitar su pueblo en compañía de su esposa y cuatro niños, pretendiendo llegar antes de la procesión. Con sorpresa vio salir al atrio la imagen de Jesús Triunfante, montado en el borriquito sostenido por los brazos de un sacristán, seguido de una multitud que salía de la iglesia. La mayoría de los fieles al salir miraban al interior del carro recién llegado, advirtiendo la presencia del doctor Porras y se secreteaban: ‘Ha llegado el Dotol’; ‘allí en el carro va el Dotol’; por lo que el conductor con mucho trabajo, cuidado y esfuerzo logró retroceder. La multitud se abalanzó para abrazarlo y saludarlo, dejando prácticamente sola, la imagen del Jesús Triunfante en su borriquito, sostenido por dos sacristanes y el cura, de quien sintió lo miraba con reproche.

El doctor Porras, se disculpó con sus amigos y les dijo en alta voz: ‘Señores y amigos queridos: yo he venido hoy a este mi pueblo, y a esta hora porque he querido cumplir una promesa o manda que había hecho de venir y tomar parte en procesión del amado Jesús Triunfante este Domingo de Ramos. Siendo así que llego cuando esta procesión comienza, los invito a que me acompañen con fervor cuando entremos a Jerusalén’.

Así, con el beneplácito del sacerdote, se efectuó la procesión por todo el pueblo. La gente miró a Porras con cariño, y amor. Fue cuando mentalmente acuñó la frase: ‘El recuerdo es el único paraíso del cual nadie puede echarnos’.

ESCRITOR, COMPOSITOR Y FOLCLORISTA.

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