• 03/09/2012 02:00

Realidad de los Mandamientos

En la comedia cinematográfica del actor y director Mel Brooks, ‘La historia del Mundo I’ (1981) se desarrolla la escena en la que Brooks...

En la comedia cinematográfica del actor y director Mel Brooks, ‘La historia del Mundo I’ (1981) se desarrolla la escena en la que Brooks, en el papel de Moisés, baja del monte Sinaí cargando tres tabletas con lo que la trama sugiere eran los 15 mandamientos de Dios escritos en piedra. A Moisés se le cae y se le hace añicos una de las tabletas, por lo que él (Moisés), rápidamente corrige su anuncio al pueblo y los deja en 10 mandamientos. Broma o no, hay investigadores y teólogos que sostienen que hay más de 10 mandamientos. El autor Stephen Downes dice que hay 67 mandamientos dispersos por toda la biblia.

Independientemente de si son 67 o más, gran parte de la población mundial tiene marcada dificultad en cumplir los conocidos 10 mandamientos, en particular los últimos seis: ‘el quinto: No Matarás; el sexto; No cometerás actos impuros; el séptimo: No robarás; el octavo: No dirás falsos testimonios ni mentiras; el noveno: No consentirás pensamientos ni deseos impuros y el décimo: No codiciarás los bienes ajenos’. (Léelos de nuevo y mira los diarios de hoy).

En la reciente contienda interna del PRD, supuestamente para evitar confrontaciones entre lado y lado (que de todas maneras se dieron), se promovió el ejercicio de un onceno mandamiento. ‘No hablarás mal de otro PRD’. No sé si ese era uno de los que se perdieron cuando se le cayó la tabla a Brooks en la película, pero lo que pocos saben es que esa regla no es original del que la promovió.

La primera vez que escuché sobre un onceno mandamiento en el discurso político fue durante la década de 1980. Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos por dos períodos desde 1981 hasta 1989, promulgó la frase: ‘Thou shalt not speak ill of any fellow Republican’ (No hablarás mal de ningún compañero Republicano). El candidato Reagan la popularizó desde su primera campaña política por la gobernación del Estado de California en 1966. Pero Reagan, en su autobiografía publicada en 1990 titulada ‘An American life’, da crédito al creador de la frase, el presidente del Partido Republicano de California en 1966, Gaylord Parkinson, quien acuñó el mandato como consecuencia de la cruda batalla interna que se llevó a cabo para entonces. Parkinson la bautizó como el ‘Onceno Mandamiento’.

Como investigador, tengo serios problemas con el plagio, con el uso de las ideas de otros sin darles el crédito debido. La presentación de conceptos, planteamientos o frases de otro origen, deben ser reconocidas y no utilizadas en ningún escenario para ganar notoriedad, seguidores o adeptos sin acreditar al autor o los autores. Es lo ético y responsable, lo contrario es una apropiación injusta; un robo descarado y vulgar que no merece aplauso alguno.

En las universidades serias alrededor del mundo, el uso de material ajeno sin acreditarlo se castiga con severidad. En muchas de las más importantes universidades estadounidenses se han comenzado a utilizar sistemas que analizan el contenido de monografías presentadas por estudiantes para comparar su similitud con otras monografías, libros y textos disponibles o publicados para determinar si ha habido plagio intencional por parte del estudiante o si el estudiante no dio crédito a la fuente de su información. Pueden explorar el sitio www.turnitin.com para tener una idea sobre este tipo de recursos de validación. No hay tolerancia en cosas como esas. A diferencia de acá, en el trópico, en donde es casi normal que los estudiantes (y muchos profesionales), obtengan material escrito de valor para sus trabajos teóricos bajándolos de la Internet o copiándolos de trabajos presentados por otros.

El mes pasado, el reconocido escritor y periodista de CNN y de la revista Time, Fareed Zakaria, tuvo que pedir disculpas públicas por el plagio de un material de la revista New Yorker que había utilizado en su columna el 20 de agosto. El material tenía mucho parecido a un artículo titulado ‘The case for gun control’, publicado en abril por la historiadora Jill Lepore. Zakaria dijo que ‘... los medios han señalado que párrafos en mi columna del Time esta semana se asemejan a párrafos del ensayo de Jill Lepore en la edición del 23 de abril de The New Yorker. Tienen razón. Cometí una terrible equivocación. Es un lapsus serio y que es enteramente mi responsabilidad. Pido disculpas sin reservas a ella, a mis editores de la revista Time y a mis lectores’. Tanto CNN como la revista Time suspendieron al escritor Zakaria por algunos días mientras se investigaba.

Hay muchos otros casos (el del logotipo ganador para el Metro de Panamá, por ejemplo, que fue descalificado del concurso hace poco más de un año por su notable similitud con un logotipo en Europa). No se puede tratar de recomponer una situación de desventaja y sumar seguidores, sino partimos por presentarnos con probidad y entereza. No debemos lucir la máscara del plagiador, aunque parezca un asunto de mínima importancia.

Así como a muchos les cuesta cumplir con los 10 mandamientos cristianos, igualmente les cuesta cumplir con los enunciados políticos forzados y sin el verdadero sentido altruista que pretenden llevar. Se pierde mucho una vez que se plagia un concepto diseñado e impulsado por otro sin el reconocimiento necesario. El altruismo y la generosidad política hacia los posibles adeptos comienzan con la honestidad, no vaya a ser que se pierdan en el desierto.

COMUNICADOR SOCIAL.

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