• 25/03/2021 00:00

Respondiendo al Dr. Mario Galindo

“[…] el pueblo debe actuar con los medios que la institucionalidad le ofrece, a través de una Asamblea Constituyente Paralela, procurando elegir a los mejores, para que diseñen la nueva República. Y si nos equivocamos, al menos hicimos el intento”

Con todo el respeto y aprecio que le tengo a don Mario Galindo, me parece que demostró su lado más conservador en su participación en el programa Radar, y dejó opiniones que algunos medios y generadores de opinión tienen como referente en el debate sobre la Constituyente.

Pero lo más triste es que intentó manipular la teoría constitucional, trayendo a referencia un artículo dogmático, como lo es el derecho al agua potable, para señalar que la norma constitucional nunca es de forzosa aplicación y que su cumplimiento siempre va a depender de la voluntad y capacidad de los Gobiernos. Eso es manipular los conceptos dogmáticos y orgánicos de una constitución.

La Constitución tiene dos partes, la dogmática, que contiene los principios y garantías fundamentales, cuyo cumplimiento es más o menos eficiente cuanto más o menos eficiente sea la administración de justicia en hacer valer tales instituciones. Y en Panamá en esta materia, nuestra justicia es simplemente inoperante.

La otra parte es la orgánica, que establece las normas básicas de funcionamiento de las instituciones del Gobierno, que son de forzoso acatamiento, esta parte contiene normas que dan en exceso poder al Ejecutivo, poder que antes ejercían los militares que ponían y quitaban presidentes desde los cuarteles. Hoy, no hay ejército, pero los militares vestidos de policías siguen mandando, por tanto, a pesar de la opinión del Dr. Galindo, la nuestra sigue siendo una constitución militarista.

Por otra parte, negar el proceso constituyente por la situación económica es ridículo, y la historia de la humanidad ha demostrado que es precisamente en los períodos de crisis cuando se producen los grandes cambios, y no en época de bienestar. Además, con la podredumbre institucional del país, cualquier ejercicio de cambios será visto como una luz al final del túnel, para empresarios e inversionistas que creen en Panamá.

La inseguridad jurídica, la ineficiencia de los órganos del Estado, la corrupción entronizada en la administración, la politiquería y clientelismo de nuestro sistema seudodemocrático, hacen mucho más daño y desalientan la inversión y la generación de empleo, que cualquier ejercicio constitucional.

Alienta advertir, no obstante, que el Dr. Galindo, sí reconoce el fracaso institucional del país y la necesidad de reformas a la Carta Magna, pero parece abogar por reformas parciales en dos asambleas, y esa es una opción viable, pero ninguno de nuestros gobernantes desde Endara, a pesar de haber tenido la justificación y la oportunidad, ha tenido la entereza de revisar integralmente el modelo institucional y político del Gobierno; es decir, la parte orgánica de la Constitución para reformular los parámetros de eficacia, transparencia, independencia y democracia.

Yo creo, como muchos, que es la hora del Pueblo, y es mediante la constituyente. Si el presidente de turno, porque puede ser este o el próximo, entiende la necesidad de refundar la nación, también tiene la opción de liderar un gran diálogo político que concilie todas las opiniones y diseñe una administración pública eficiente, ética e inteligente que aproveche todas las oportunidades que tiene este país, para con esas potencialidades, educar a la sociedad, desarrollar la empresa, fortalecer los servicios públicos, vigorizar la democracia participativa, distribuir geográficamente el desarrollo, asegurar el efectivo y permanente ejercicio de los derechos fundamentales y erradicar la pobreza para siempre.

Si la administración no lo entiende, el pueblo debe actuar con los medios que la institucionalidad le ofrece, a través de una Asamblea Constituyente Paralela, procurando elegir a los mejores, para que diseñen la nueva República. Y si nos equivocamos, al menos hicimos el intento.

Abogado
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