• 26/03/2023 00:00

La Rusia de Putin

“El retiro militar parece poco probable [...], pues conllevaría a la pérdida de credibilidad y una humillación al ejército y régimen comunista. Lo que quizás podemos ver es un remoto signo de conversaciones [...]”

“La guerra, de hecho, es una “locura” un objeto que se inventa”.

Para comprender la Rusia postsoviética, el régimen del presidente Putin y su psicópata proceder belicista, debemos revisar los cambios determinantes ocurridos y la historia moderna de esta Nación, sin que ello implique justificación alguna a la ilegítima agresión a Ucrania.

Para los efectos pedagógicos, la historia de Rusia se divide en la época del principado (1283-1547), del zarismo (1547–1721), del Imperio ruso (1721–1917) y el periodo soviético (1917–1991). Este último periodo evolucionó así: primero fue la toma de poder, una etapa izquierdista revolucionaria, acompañada de una guerra civil y la aparición del comunismo. Vino después, la pequeña restauración económica, una estrategia pragmática de izquierda; le siguió, lo que se conoce como el camino Estalinista (1929–1953), con su “imperio derechista”, su revolución cultural, acompañado con la represión, el terror y la guerra; le sucede el deshielo con Kruschov, con impulsos de cambio y reformas; surge entonces, el estancamiento con Breshnev, un período de veintitrés largos años (1964–1987), donde hubo el privilegio material administrativo-burocrático; aparece el corto advenimiento de Andropov y Chernenko (KGB), que fallecieron a poco de asumir resultando imposible implementar reformas; continúa el periodo democratizador de Gorbachov (Perestroika y el Glasnot), etapa de gran esperanza, acompañada con su libertad y descentralización del poder y, finalmente, la Rusia nacionalista del coronel Putin (1999). Este anodino excuadro de la KGB, escéptico hacia la política occidental de derechos humanos, optó por la modernización de las fuerzas armadas e inicia el mejoramiento de los medios de comunicación y propagandistas.

El discurso patriótico de Putin encarna el alma y la añoranza de la gran potencia que fue Rusia y el interés de reestablecer esa identidad, al zafarse del antiguo régimen soviético. Putin asciende bajo el compromiso de no cuestionar las amañadas subastas, las privatizaciones y el enriquecimiento de la élite (Abramovich, Berezovski y Usmandi), otorgar garantías de seguridad para el clan familiar de Yeltsin y exigir a cambio a los nuevos magnates no desafiar al Estado. Su mano dura e imagen decidida le dio grandes apoyos populares; reestableciendo la autoridad del Estado ruso en el interior, alegó que no admitiría más provocaciones expansionistas de la OTAN en países bálticos, como Estonia, Lituania y Letonia y además en Estados del sudeste del continente (Eslovaquia, Eslovenia, Bulgaria y Rumania, entre otros), en su entorno inmediato. Viene amparándose en discursos sobre la dignidad nacional, retóricas y mentiras habituales para conservar su ideología repugnante y mantenerse en el poder.

Hoy, no se admira a Rusia por la grandeza de su cultura universal, el humanismo, su patente literatura, su ballet, sus científicos; la recordaremos con pena, como una nación autocrática, expansionista, militarista y que el mundo ha condenado por las ferocidades cometidas.

Nos enfrentamos al primer desafío militar de envergadura de Putin, al hegemonismo occidental tras el fin de la Guerra Fría. Una guerra devastadora que halló en Ucrania una resistencia más fuerte de lo previsto, con resultados escasos y costosa, una cruel aventura, tanto en hombres como en dólares, generando un malestar profundo y creciente en la opinión pública mundial y un firme repudio en la población rusa; pueblo este último no dispuesto a continuar con los dolorosos sacrificios históricos de la época soviética.

El retiro militar parece poco probable después de un año, pues conllevaría a la pérdida de credibilidad y una humillación al ejército y régimen comunista. Lo que quizás podemos ver es un remoto signo de conversaciones, bajo el liderazgo de China, el principal contrincante estratégico de Washington; mientras, asistimos a una crisis que conducirá a una reconfiguración profunda del sistema mundial, a una explosión financiera, signos precursores de un nuevo ciclo de inestabilidad sistemática global.

Esta dinámica belicista de Putin, esta estrategia imperial fundada en la fuerza, este profundo y amargo resentimiento hacia Occidente, ha desestabilizado la economía mundial y puesto en evidencia los duraderos efectos de la guerra, los brutales abusos del ejercito ruso, las vidas humilladas y destrozadas; una perspectiva desgarradora e inolvidable, un retrato profundo sobre la realidad de esta invasión armada merecedora de un monumento al sufrimiento y coraje del pueblo ucraniano por haber aguantado tanta desdicha y por la honra de tantas muertes inocentes.

Mientras, el tono de Putin sube, el ultimátum del Kremlin y sus advertencias continúan, por el envío de tanques y aviones que los aliados occidentales empiezan a proveer a Ucrania; manoseando el perverso y doloroso juego de la guerra, con un proceso de aceleración del conflicto; ante provocaciones y amenazas del uso de armas masivas de destrucción tan poderosas, algo letalmente irracional e inhumano, pudiendo destruir la civilización y la vida en la Tierra.

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