• 17/08/2018 02:01

El elefante en la sala

‘Gracias a la tecnología que ahora es accesible económicamente, es posible quitarle el poder al dinero sobre las campañas políticas [...]'

Ya comenzaron las primarias y el próximo ejercicio de democracia, como mejor lo sabemos y podemos hacer con reglas que fueron establecidas con algún nivel de consenso. Realizaremos una serie de decisiones colectivas que definirán a los que nos gobernarán los cinco años posteriores al 1 de julio del 2019. Se ven ya vallas, eslóganes, reuniones públicas y pautas que dejan alguna huella de las promesas con las que los políticos piensan poder asegurar nuestros votos. Sin embargo, hay un elefante en la sala del cual casi nadie habla; ni siquiera a nivel de promesa vacía con poca intención de cumplirse. Es la raíz del deterioro de nuestro sistema democrático, y el que ha llevado a otros países a dictaduras de facto y espirales de violencia en las cuales es muy doloroso permanecer y casi imposible salir de ellas. Hablo del soborno prepago legalizado que aceptamos que financien a los políticos bajo el inocente nombre de ‘donaciones de grupos empresariales a campañas políticas'.

Sin embargo, de inocente tiene muy poco. Es cierto que los políticos necesitan poder comunicar quiénes son, sus ideas, planes, y promesas, y eso cuesta dinero. No obstante, el sistema electoral ha permitido que el ejercicio del sufragio se convierta en una competencia del dinero de grupos empresariales por acaparar los favores del próximo Gobierno con candidatos adictos a la masiva cantidad de dinero que necesitan para salir electos. Es un ‘juego de cero sumatoria': entre más gastan los candidatos en sus campañas, más gastan sus adversarios y así el ciclo vicioso perpetúa la dependencia de los políticos del dinero empresarial para ganar, y así mismo los grupos empresariales se ven obligados a meter dinero al juego electoral para asegurar que su competencia no sea el que se quede con los favores en las decisiones del próximo Gobierno.

Pero ni los políticos ni las empresas son el problema. La gran mayoría de los empresarios no desean participar en este juego vicioso, y todo lo que desean es un campo equitativo con el cual desarrollar su actividad económica. Sin embargo, se ven obligados a participar con ‘donaciones', pues, si no lo hacen, su competencia sí lo hará para quedar favorecida por el siguiente gobernante. Eso es, por definición, un soborno legalizado. Los políticos, muchos con buenas ideas e intenciones, se encuentran ante la misma disyuntiva. Luego de electos, se comienzan a notar las acciones difíciles de explicar y de entender, pues no benefician a los votantes, sino a sus donantes, y comienza la decepción y deseos de la población de que la próxima camada de políticos ‘cambie las cosas'. El mismo sistema se perpetúa, pues a algunos pocos este sistema los beneficia y han logrado que colectivamente todos quedemos alimentando con nuestras selecciones de candidatos a este sistema enfermo en el que el dinero es el que controla la política, no los votantes.

Gracias a la tecnología que ahora es accesible económicamente, es posible quitarle el poder al dinero sobre las campañas políticas y por ende, sobre los políticos desde el inicio de sus carreras como candidatos. En EE.UU. el sistema sufre también de la enfermedad del dinero controlando la política, pero han surgido políticos que han hecho campañas de la idea de voluntariamente rechazar donaciones por grupos empresariales y se han limitado a recibir solo donaciones pequeñas de votantes individuales a través del Internet y promover sus candidaturas a través de medios digitales más económicos que le han quitado espacio a los medios tradicionales. Algunos de estos políticos han logrado victorias sobre adversarios que han gastado múltiples veces más dinero, porque los votantes han exigido que quieren políticos que los representen a ellos, y no a grandes ‘donantes'. Es uno de los efectos democratizadores del uso de la tecnología en los procesos políticos.

Antes de escoger a quiénes darles nuestros votos, debemos exigirles que no queden comprometidos desde sus candidaturas con grandes donantes. La democracia es que las mayorías de las personas puedan otorgarle el poder de gobernar a personas, no al dinero. Es un problema tan presente, como si fuese un elefante en la sala de conversación, pero el silencio al respecto es ensordecedor.

PROFESIONAL DE LA INFORMÁTICA.

‘[...] debemos exigirles que no queden comprometidos desde sus candidaturas con grandes donantes'

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