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- 04/08/2023 15:09
Las secuelas de la covid-19 todavía nos agobian
Panamá aceptó en marzo de 2020 el dictamen del Imperial College de Londres, fundado en modelizaciones matemáticas, que postulaba que la mortalidad sería muchísimo mayor de lo que sucedió realmente. La estrategia del gobierno panameño se basó, primero, en esos supuestos alarmistas y al no ser corregidos a tiempo, como lo hicieron otros gobiernos mejor informados y más sensatos, causaron un gran daño a la economía y a la sociedad.
Se le entregó a un Ministerio de Salud (Minsa) sesgado el control del país durante dos años cuando se instaló una suerte de dictadura sanitaria que empoderó aún más a funcionarios civiles y a policías-militares.
Los efectos de la pandemia de covid-19 en Panamá han sido catastróficos ocupando lugares inconvenientes en varios aspectos: el mayor descenso en el continente americano del PIB en 2020, casi de 18%, con su efecto en el fracaso definitivo de millares de empresas, en la pérdida de cientos de miles de empleos y en el aumento sustancial de la informalidad laboral, además del mayor y más perverso cierre de la actividad escolar presencial registrado en toda la historia republicana, el más largo y más inútil del planeta.
Después de inicios marcados por el desvío de vacunas a los privilegiados del gobierno, Panamá, a pesar de las resistencias de individuos que rechazan las nuevas vacunas (llamados coviidiotas), terminó por tener una de las más elevadas tasas de vacunación en Latinoamérica gracias a la diligencia gubernamental para obtener las mejores vacunas y al arduo trabajo del cuerpo sanitario, médicos, enfermeras y enfermeros y técnicos, con larga experiencia en la vacunación, los verdaderos héroes de la pandemia. El esfuerzo de vacunación fue sin duda lo mejor que hizo el gobierno durante la pandemia, hay que reconocerlo. Pero hubo también sus zonas oscuras que nos han costado mucho a todos los panameños.
Por ejemplo, sucedió el mayor endeudamiento público de 16,5 mil millones de dólares en dos años para ampliar los subsidios que superan ya los 2,200 millones de dólares al año y alimentar, en gran parte, la gran planilla estatal creciente plagada de gente ineficiente, incompetente y hasta ausente de sus puestos de trabajo, y las transferencias de millonarios fondos públicos a políticos populistas y clientelistas, nacionales y municipales que continúan, aún hoy, muy activos.
El 24 de diciembre de 2020 el Minsa anunciaba la llegada de una brigada de salud cubana. En total llegarían 230 personas por tres meses prorrogables sin que siquiera se consultara al Consejo Consultivo de Salud creado para ocuparse de la pandemia y sin respetar la legislación nacional denunciaron personas, instituciones y gremios. El gobierno panameño cedió a meses de presiones de los grupos de izquierda que dirigían ese ministerio para favorecer al régimen de La Habana que utiliza esta forma de explotación del trabajo forzado de sus ciudadanos para obtener divisas, hecho denunciado como forma infame de esclavitud moderna. Así, el gobierno nacional destinó varios millones de dólares pagados directamente al gobierno cubano que reconocía una pequeña parte a esos profesionales de la salud, mientras había centenares de jóvenes médicos panameños sin trabajo.
La pandemia no fue igual para todos, es cierto; mientras que los empleados públicos continuaron gozando de sus salarios y los políticos electos de sus privilegios, la mayoría de los panameños se empobreció; muchos pasaron y continúan pasando verdadera hambre. Queda en amplios sectores de la opinión pública la impresión de que el gobierno nacional no hizo lo suficiente, de que algunos políticos empoderados se aprovecharon de la crisis para ejecutar actos de corrupción pública en complicidad con empresarios privados y de que la rendición de cuentas por parte de las más altas autoridades ha sido muy pobre.
La Asamblea Nacional no aprobó la propuesta solidaria del año 2021 del Consejo de Gabinete de reducir los salarios más elevados en el gobierno y continuó con la fiesta perpetua del despilfarro de los generosos fondos públicos que le brinda el Órgano Ejecutivo, con el pretexto de facilitar la “gobernabilidad”. Altos funcionarios estatales, incluyendo a ministros de Estado, incumplieron impunemente las estrictas medidas restrictivas impuestas, aunque algunas fueran excesivas o irracionales, mientras que millares de ciudadanos eran perseguidos por faltas menos graves.
Había formas de cambiar, para bien, algunas decisiones simplemente observando otras experiencias más exitosas o menos costosas para la sociedad. Las autoridades no analizaron adecuadamente con inteligencia ni trataron de adaptar a nuestra realidad lo que sucedió en otros países que, por sus resultados, parecieron manejar mejor la crisis. De gobiernos extranjeros que parecían mejor informados, más serios y responsables que no cerraron las escuelas tanto tiempo y que se endeudaron para pagar relativamente más una buena parte de los salarios de personas desempleadas y apoyaron con mayor vigor a la empresa privada, sobre todo pequeña y mediana, de forma tal que pudieron mantenerse los negocios en operación, crear empleos realmente productivos, superar la crisis y crecer.
Al contrario, centenares de miles de panameños, del estrato más popular, sólo recibieron en 2020-22 una escasa ayuda gubernamental mediante bolsas de comida de dudosa calidad distribuidas por redes político-clientelares a nivel de corregimientos, y vales solidarios mensuales de hasta 120 dólares para sobrevivir a la pérdida de empleos. Muchos trabajadores se dedicaron a la informalidad que sobrepasa hoy 48% y muchos de los empleados han visto sus salarios reducidos en relación con 2019.
Una perniciosa “secta” inspirada en políticos estadounidenses ultraconservadores, cercanos al expresidente Trump que cree en teorías conspiratorias y en fake news, los “libertarios”, todavía en 2023 se opone a las vacunas contra el virus, a pesar de la evidencia científica de su validez reconocida por expertos y la cruda realidad estadística.
En resumen, el manejo de la pandemia de covid-19 ha sido particularmente mediocre en Panamá, al contrario de lo que sostienen, sin sonrojo, altas autoridades gubernamentales, y la abrumadora propaganda oficial. Aparte de los del covid-19 todavía no sabemos cuántos muertos suplementarios nos ha costado el encierro excesivo dizque para salvar vidas y que impidió muchas actividades económicas y sociales con su consecuencia en el hambre y otras enfermedades mortales causadas por su descuido, el debilitamiento de gente mal cuidada y desnutrida, y obstaculizó la movilización de las personas, incluyendo las que salían para recibir cuidados médicos, y actividades saludables en parques y playas.