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- 03/06/2020 00:00
Sentir la poesía desde la poesía misma
Es necesario sentir la poesía desde la poesía misma. Se han escrito cientos de libros sobre lo que es la poesía como una de las bellas artes. Todo tipo de libros, excelentes, buenos, mediocres y malos. Como con cualquier tema, quien lo estudia y reflexiona sobre su origen, sus muy diversas características, su idiosincrasia basada en conceptos, sus casi infinitas formas de creatividad, y de remitirse de una manera u otra al mundo y al espíritu humano; quien aborda seriamente lo que es o pretende ser la auténtica poesía debe ser un profundo conocedor de la materia, un especialista, una persona con una vasta formación, si no académica, al menos hondamente humana. No necesariamente un poeta, lo cual no suele ser suficiente, y en ciertos casos hasta entorpece una visión objetiva de la poesía misma; pero sí una especie de filósofo universal versado en esa extraña combinación de lo mundano y lo etéreo filtrados a través de una sensibilidad extraordinaria -dúctil y porosa-, mediante un lenguaje no solo innovador sino capaz de emocionar o hacer pensar, o ambas cosas a un mismo tiempo, que es justamente lo que sucede con la buena poesía, la que cautiva, esa que perdura.
Hablar de poesía, en todo caso, es tratar de describir o explicar lo que no tiene una explicación del todo racional y concreta. Porque en las artes los elementos aleatorios, híbridos, metamórficos, de una manera u otra fluctuantes y sin embargo intensamente expresivos de una hondura humana que a ratos se roza con lo místico por su densidad indefinible y su efecto multiplicador en el receptor, son parte de su naturaleza. Y por supuesto, los más insólitos elementos creativos, siempre a flor de piel del artista, entran en juego como parte ineludible del proceso generador.
De ahí que los poetas que en verdad lo son a fondo, se tomen muy en serio su oficio, sin importar cuestionamientos e incomprensión de aquellos que creen que solo lo que produce una utilidad económica inmediata vale la pena ser cultivado como un oficio de vida. Ellos saben -sabemos- que lo sublime es tan importante como lo mundano al momento de crear, de moldear ideas, emociones y lenguaje. Y también lo saben quienes con la seriedad y la dedicación de un monje trapense se dedican a estudiar los modos de ser de la poesía.
Hace poco tuve oportunidad de leer un extenso tratado que me pareció extraordinario acerca de lo que, a juicio de su autor, pretende ser la buena poesía. La de ahora y la de siempre. Se trata de “¿Qué es la poesía? Introducción filosófica a la poesía”, de Agustín Basave Fernández del Valle (FCE, México, 2002). Lo recomiendo ampliamente por la seriedad de sus criterios, planteados con puntillosa armonía conceptual en un lenguaje accesible a cualquier persona sensible.
En ese estudio, ecléctico en su amplia diversidad de planteamientos aunque con una visión personal unificadora, hallé interesantes maneras de comprender mejor la poesía de grandes poetas universales; pero también la de algunos de los nuestros, al margen de temas e ideologías, unos ya fallecidos y otros vivos y en plena creatividad. Creadores a ratos echados al olvido hasta por quienes en Panamá se precian de cultos: Zoraida Díaz (1880-1948), primera mujer panameña en publicar un libro de poemas; Gaspar Octavio Hernández, Ricardo Miró, Demetrio Herrera Sevillano, Rogelio Sinán, Eduardo Ritter Aislán, Stella Sierra, Roberto Luzcando, Ricardo J. Bermúdez, Elsie Alvarado de Ricord, José Guillermo Ros-Zanet, Pedro Rivera, Moravia Ochoa, Jarl R. Babot, Bertalicia Peralta, Tobías Díaz Blaitry, Consuelo Tomás F., Manuel Orestes Nieto; y entre los más recientes: Porfirio Salazar, Moisés Pascual, Javier Alvarado, Salvador Medina Barahona, Jhavier Romero y Magdalena Camargo Lemieszek, entre otros.
Hay un buen número de nuevos poetas que han ido apareciendo en nuestro país en lo que va del siglo XXI, de los cuales surgen diversas propuestas. Es menester leerlos con atención y respeto, porque su visión de mundo, de varias formas, es novedosa y, a la vez, fresca; muy diferente entre sí. Menciono algunos: Gorka Lasa, Ela Urriola, Samuel Robles Areas, Jaiko Jiménez, Alessandra Monterrey Santiago, Melitón Arrocha, Mar Alzamora Rivera, David Ng, Julia Aguilera y Corina Rueda Borrero, entre otros. Insisto: es necesario sentir la poesía desde la poesía misma. Estos poetas, muy preparados para la dura faena que se han propuesto, lo logran.