• 16/10/2023 18:11

Solución permanente de paz del conflicto Israelí-Palestino

De modo que la cruda realidad es que no ha existido la voluntad política por parte de los actores principales, para resolver el conflicto

La barbarie en Medio Oriente fue desatada nuevamente el pasado sábado 7 de octubre por el grupo palestino de la Franja de Gaza, Hamás, acrónico del movimiento de Resistencia Islámica y facción armada que se disputa el liderazgo palestino con el otro movimiento Al Fatah.

La agresión militar que fue respondida por el “Estado ocupante” de territorios Palestinos desde la “Guerra de los seis días” de 1967; constituye en el fondo, una lucha fratricida milenaria entre los hijos del “padre de los hebreros”. Abraham para los israelíes e Ibrahim, para los árabes islamitas.

Sin embargo, independientemente de las reminiscencias históricas, la génesis moderna de este conflicto y también donde se ubica el planteamiento de solución pacífica al cruel derramamiento de sangre entre hermanos, se encuentra plasmado en la Resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, por la cual la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ordenó la partición del “mandato británico” (Ocupación Británica de los territorios de Palestina) en dos Estados, uno judío (Israel) y otro árabe (Palestina).

A raíz de la “guerra de los seis días” de 1967, entre países árabes e Israel, se produce la ocupación por parte de Israel de territorios de otros Estados, incluyendo las comarcas palestinas de Cisjordania, Franja de Gaza, envolviendo a Jerusalén Este. La supuesta devolución de los territorios de la Franja de Gaza en el año 2005, al gobierno palestino, manteniendo Israel el control de las fronteras y el espacio aéreo, constituye -de facto y de jure- una solución ilusoria, porque excluye la independencia y soberanía total.

Inclusive, a partir de los hechos bélicos de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU, se ha pronunciado declarando a Israel como “potencia ocupante” de los territorios palestinos ocupados, incluyendo a Jerusalén, donde habitan alrededor de 5.2 millones de habitantes. Posición mantenida por el máximo organismo internacional, mediante los instrumentos de derecho internacional, como lo son las Resoluciones No. 446 de 1979, No. 452 de 1979, No. 465 de 1980 y No. 484 de 1980.

De modo que la cruda realidad es que no ha existido la voluntad política por parte de los actores principales, para resolver el conflicto, particularmente, el cruel y fratricida enfrentamiento entre israelíes y palestinos. De tal suerte que hoy subsisten dos visiones dentro del pueblo palestino para enfrentar una solución permanente de paz. La posición negociadora y de reconocimiento de la existencia del Estado de Israel, sostenida por el movimiento Al Fatah y el punto de vista del grupo radical islámico de Hamás, que propende por la lucha armada.

Ello es así porque desde 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU, hizo un llamado de paz duradera en el Medio Oriente, en especial en los territorios ocupados por Israel fundamentado en dos principios:

1. “Retirar las Fuerzas Armadas israelíes de los territorios que ocuparon” y

2. “Terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía e integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza y actos de fuerza”.

De manera que culpar a los descendientes de Ismael, hijo de la esclava Agar con el profeta Abraham, por procurar alcanzar el legítimo derecho a constituirse en un Estado Palestino independiente y soberano; no solo es reducir un problema de justicia internacional, a la desatinada incursión armada de Hamás a territorio hebreo para, entre otros propósitos, “sacarles las castañas del fuego” al primer ministro Benjamín Netanyahu, hasta hace pocos días, asediado por la mayoría de su pueblo; sino también, ignorar por completo, las Resoluciones de la ONU, conminando al “Estado ocupante” de Israel a cumplir con el derecho internacional.

¡Así de sencilla es la cosa!

El autor es abogado y analista político
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