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Estas sugerencias o consejos prácticos que a continuación doy para antes del momento de iniciar la escritura, ya sea de cuentos o de cualquier otro género literario, deben tomarse como lo que son: sugerencias. Y las ofrezco aquí porque podrían resultar útiles, sobre todo para los nuevos escritores poco antes de ese primer momento crucial en que habrán de sentarse a crear. Me refiero a la conveniencia de hacer algunos ejercicios físicos antes de escribir.
Pienso, por ejemplo, en quienes están iniciando en estos días una nueva versión del “Diplomado en Creación Literaria” que ofrece semestralmente la Universidad Tecnológica de Panamá, dictado por profesores que son todos excelentes escritores, ellos mismos... Actividad que tuve la satisfacción de fundar en un lejano 2001. Los resultados, tanto tiempo después, están a la vista: numerosos nuevos escritores en todos los géneros literarios, quienes han sabido demostrar en la práctica su talento ganando premios literarios y publicando excelentes libros.
Volviendo al tema inicial, dichos ejercicios al menos a mí me han servido muchas veces como una especie de precalentamiento, aplicable tanto al cuerpo como a la mente, que poco después habrá de activarse, poniendo en práctica el gradual proceso de la escritura en sí (manejando las primeras ideas, sopesando determinados recuerdos, imaginando situaciones, tal vez personajes, acaso ciertas atmósferas, que a la larga podrían funcionar como parte vital del entramado de lo que se pretenda escribir).
De forma similar, también funciona a la inversa... Después de varias horas sentado escribiendo, conviene hacer algunos ejercicios para poner nuevamente en circulación el flujo de sangre y, por tanto, recuperar con mayor facilidad la necesaria movilidad del cuerpo. Lo menciono porque ayudan, a su vez, a que la mente también se reactive a fin de poder lidiar con los a veces complejos procesos de la escritura que poco después empezará a tomar forma.
Mi experiencia personal (tal vez porque fui físicoculturista por muchos años cuando apenas empezaba a publicar mis primeros textos en periódicos y revistas), es que darle un breve calentamiento tanto a los músculos como al cerebro ayuda a oxigenar mejor las ideas. No más de quince o veinte minutos, con la mente en blanco, dejando fluir libremente la energía y el creciente entusiasmo. Convencido de que más temprano que tarde habrán de brotar las palabras que pondrán en movimiento a los hechos vividos o solamente imaginados.
Probablemente, no sean muchos los escritores conocidos que hoy en día lo hagan, pero hasta el sentido común indica que no es en absoluto una mala idea. Sugiero, pues, que al menos pongan a prueba lo dicho, a fin de “echar a andar la creatividad”; o de plano, engendrarla a fuerza de una férrea voluntad de ser escritor. Un deseo irreverente, obstinado, ahíto de una tenacidad capaz de “mover montañas”.
No obstante, hacer breves ejercicios al menos en varias ocasiones diferentes cuando recién se empieza a escribir un cuento o un poema, y luego retomar también esta costumbre cada vez que pasa el tiempo y nos topamos con algún tipo de estancamiento que impide que el texto fluya (o que nazca uno nuevo), ayudará a mitigar la dificultad. Créanme, lo sé por experiencia propia. No olvidemos que el cerebro es la sede de las ideas, y que de él nacen los sortilegios de la memoria, así como los vislumbres más tenaces de la imaginación, elementos claves en los procesos de creatividad.
Y es que tener buenos hábitos es sano en todos los órdenes de la vida. En cualquier caso, escribir ficción implica estar en pleno dominio de las posibilidades más auténticas de lo inesperado, lo inaudito, incluso a ratos, de lo imposible, “torciéndole el cuello al cisne” de una realidad a veces reacia a dejarse escrutar explorando inéditas posibilidades hasta entonces impensadas, aristas de lo hasta ese momento inconcebible.
Por supuesto, esto no suele lograrlo “cualquier perico de los palotes” metido de pronto a escritor. El talento innato es una condición “sine qua non” del autor de toda obra literaria capaz de perdurar en el tiempo. También lo es la constancia, en el sentido de no dejarse amilanar por la pereza ni por el pretexto de “no tener nada nuevo en mente”, excusa que será siempre demasiado pobre si lo que se quiere realmente es llegar a ser un escritor serio, constante, apreciado.
Finalmente, sugiero a quienes recién empiezan a escribir, que no dejen de probar una vieja costumbre ideada por los surrealistas a principios del siglo XX, que consiste en poner en juego la llamada “escritura automática” redactando tal cual la primera frase que se nos viene a la mente, y a continuación ir creando poco a poco una historia mediante “asociación libre de ideas”. Así, una cosa nos va llevando a otra y luego a otra más, indefinidamente, ¡Funciona, créanme! ¡No pocos de mis numerosos cuentos escritos en los últimos 60 años nacieron así! Los invito a conocer mi libro publicado a fines de 2024, titulado “Manual para la creación de cuentos y minicuentos imaginativos —Conceptos básicos y técnicas narrativas—”, en el que vierto todo lo que sé sobre esta fascinante materia.