La silla bohemia del Tavo que se fue

Gustavo Méndez se fue...

Tal vez Chabuca Granda, la excelsa compositora peruana que dibujaba su Lima en valses inolvidables, nos permitiría definir la personalidad de Tavo Méndez, en la frase de uno de sus valses: ‘fina estampa, caballero, caballero de fina estampa... un lucero’.

Pero el arquitecto (uno de los tres mencionados en la historia de Panamá, del amigo Alfredo Castillero, laborioso historiador) don Gustavo Méndez Guardia, en su carrera profesional convivía, con su bohemia vocación musical, en esas reuniones de nostálgicas melodías del tiempo ido. Que aún vive en presente.

De abaritonada voz, amplia cultura y facilidad de idiomas, escuchaba y aplaudía, emocionándose y compartiendo.

Y a la propuesta de: ‘ahora tú, Tavo’, no se hacía de rogar. Y no necesitaba el previo ensayo. Le daba el tono al pianista y bordaba en su voz el bolero enamorado, el tango —que amaba— atormentado, 9... ¡no podía faltar!: ‘la vie en rose’, su creación.

Le conocí allá por los 70 tal vez, en El Salvador. Nuestra amistad se robusteció con el tiempo.

Compartíamos últimamente con el Chombo Reyna, Carlos Eleta, el inefable Fabio Martínez y tantos más, las ‘tenidas’ de noches cortas o de ocasos largos, donde sobraban bohemios sin necesidad de excesos alcohólicos. El seco corto del chombo, los gingerales de Carlos y míos, y los medidos tragos del grupo.

Nuestras noches terminaban cuando empezaban otras noches.

Tavo Méndez era gallardo, sobrio, pero sonriente, cariñoso a todos, bohemio a todos, cantor a todos, amigo de todos.

Se fue... todos sabemos que la ruta existe sin saber cuando será el encuentro algún día. O una noche corta. O un ocaso largo.

Nada cambia. La vida es la misma. La música es vida en rosa. Fabio seguirá cantando y todos dejaremos en nuestra mesa bohemia, esa silla vacía que tiene dueño espiritual: Tavo.

*PUBLICISTA.