• 18/02/2009 01:00

El aborto: un tema incómodo

Cuando se escribe o se habla del aborto, todo el mundo se siente incómodo. Ello es así porque en el problema estamos involucrados casi t...

Cuando se escribe o se habla del aborto, todo el mundo se siente incómodo. Ello es así porque en el problema estamos involucrados casi todos, y no queremos o no nos atrevemos a aceptarlo.

Actuamos como si el tema no tuviera nada que ver con nosotros, y esto no es cierto, porque sí tiene que ver, y debemos dar una respuesta moral.

No lo hacemos, porque muchos no nos atrevemos a aceptar el quebrantamiento o la falta cometidos.

Esta pudo haber sido de pensamiento; de palabra; de obra, o de omisión, o quizá de varias de estas modalidades.

Faltamos de pensamiento, porque quizá nos imaginamos que el aborto es conveniente y útil.

Faltamos de palabra cuando hablamos del tema sin conocimiento pleno.

Faltamos de obra, cuando promovemos el aborto, participamos o lo realizamos.

Por omisión, porque callamos y nada hacemos para evitarlo; solo miramos hacia otro lado, sin importarnos nada que esto esté pasando.

Pero, este cómodo refugio de silencio es perturbado, felizmente, por las voces de alarma, los clamores y las altisonantes denuncias hechas por numerosos movimientos y organizaciones pro-vida, las cuales acogen los reiterados y vehementes llamamientos a favor de la vida —contra el aborto y la eutanasia— que hacen las iglesias cristianas, principalmente la católica, para la cual “la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, no es negociable”.

El necesario cambio de actitud y de conducta que debemos asumir frente al problema empieza con el reconocimiento de la realidad, con el llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos.

Cuando aceptamos que el aborto es un asesinato porque es la muerte provocada, con premeditación y alevosía, de un ser inocente, afirmamos una verdad con base científica.

Esto reconocimiento, naturalmente, nos incomoda si hemos faltado y nos mantenemos aferrados a una o más de las cuatro modalidades de las faltas mencionadas.

De conocer la verdad, seguramente habríamos rechazado el aborto.

Llamar “embarazo interrumpido” al aborto; o afirmar que es un “derecho” personal son falacias; porque negamos una verdad científica y el derecho natural a la vida humana. Entonces, nuestro deber es dar la respuesta correcta.

El hecho de no haber tenido conciencia clara del problema, debido a la confusión provocada por la falta de informaciones, o informaciones engañosas, debe ser el motivo que nos impulse a levantar la bandera pro-vida, enarbolada ya en todos los países, y asumir un papel personal y social en favor de la noble causa por la vida.

No nos hagamos cómplices forzados de la cultura de la muerte que pretenden imponer en la sociedad los mercaderes de la muerte.

Estas poderosas fuerzas económicas y políticas cuentan con agentes infiltrados en gobiernos y en organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos, de todos los humanos.

Pero no defienden tales derechos, no lo hacen, porque excluyen a los no nacidos, que son seres humanos, como bien lo demuestra la ciencia.

Esta “cultura de la muerte” cuenta, también, con el apoyo interesado de inescrupulosos personajes adictos al oportunismo, en todas partes.

Frente a esta situación debemos decidirnos.

No podemos permanecer indiferentes ni refugiarnos en sentimientos confusos, cualquiera que haya sido nuestra falta. La verdad nos hará libres.

- El autor es periodista. miguelespinop@hotmail.com

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