• 02/08/2017 02:00

Las tierras de La Chorrera

Ya hemos perdido demasiado tiempo, y por eso tenemos que empezar hoy.

En las últimas semanas, este diario ha publicado información muy preocupante sobre la tramitación de tierras en La Chorrera. Para quienes tenemos el corazón encarnado en este pueblo, estas aseveraciones nos duelen profundamente, pero también somos conscientes de que las mismas representan la culminación de un proceso amañado y arbitrario que tiene sus orígenes en la dictadura militar, y que continúa amenazando la calidad de vida de nuestra gente.

Hace diez años, en entrevista con uno de nuestros abuelos muy cerca de El Calabazo, supe de la extraordinaria labor cívica realizada por Julio Isaac, destacado líder de nuestra comunidad y también padre de esa gran gloria de nuestra música folclórica, Ñato Califa. Me decían que el Sr. Isaac había sugerido que el Cementerio se extendiera hasta la avenida de las Américas, y que desafortunadamente hubo quienes se opusieron a esta iniciativa, argumentando que en La Chorrera no podía vivir tanta gente. Y es que en esos momentos nadie hubiera pensado que las tierras comunales adquiridas de doña María Bautista en el siglo XVIII sucumbirían a mezquinos intereses comerciales, inmobiliarios y especulativos.

Siempre convencidos de la legalidad de sus reclamos, y amparándose en el hecho jurídico de que el Municipio no podía vender las tierras que le pertenecían a los descendientes de los vecinos originales de La Chorrera, el propio Julio Isaac contribuyó para la edición de la obra ‘Un Patrimonio Comunal' de Isidro Beluche, ‘pagada por suscripción popular en la misma forma como nuestros antepasados reunieron el dinero para comprar nuestras TIERRAS COMUNALES', como consta en la introducción de esta publicación de 1942. En la directiva del ‘Comité Defensor de las Tierras Comunales de La Chorrera', acompañaban al Sr. Isaac otros miembros de nuestras familias raizales como Delfina Olmedo, Francisco Ramos, José Bordones y muchos más. ¿En qué momento perdimos nuestra memoria histórica y aquel sentido de ciudadanía que llevó a nuestros abuelos y abuelas a defender lo que habían heredado?

También recuerdo la nostalgia de otro abuelo que quiso hablarme en 2001 sobre las tierras comunales de La Chorrera; cuando yo en verdad quería preguntarle sobre otros temas menos controversiales como nuestras tradiciones musicales. Cual el relato de ‘Cien Años de Soledad', parecía que este tío muy querido que tenía su finca cerca de El Chorro, deseaba dejar constancia para las futuras generaciones de que se había cometido una gigantesca injusticia; la cual llevaría inevitablemente a la debacle de nuestro pueblo, como en efecto está ocurriendo en estos momentos.

Ciertamente será imposible revertir los daños ya consumados, pero aún tenemos tiempo para evitar mayores atropellos y rescatar la vida cívica en la que crecimos al amparo de familias que se sentían orgullosas de su propia identidad. Para ello habrá que reclamar el derecho que otorga a los Gobiernos municipales la Ley 6 de 2006 de ordenar su propio espacio territorial y a la vez ponerle límites a quienes anteponen sus cálculos financieros al bienestar de nuestro pueblo. Ya hemos perdido demasiado tiempo, y por eso tenemos que empezar hoy.

DOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS.

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