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- 21/10/2016 02:02
¿Hillary Clinton o Donald Trump?
El próximo 8 de noviembre serán las elecciones presidenciales en EE.UU., donde se enfrentan la demócrata Hillary Clinton, cuyo símbolo partidista es un burro (en 1828 al candidato Jackson se le llamó burro por su poca inteligencia y quedó como símbolo electoral), y el republicano Donald Trump, cuyo símbolo partidista es el elefante (respuesta de Nast, 1877, al burro demócrata, que simboliza un animal inteligente y dócil), quienes para ser elegidos deben tener 270 votos de los 538 que conforman el Colegio Electoral.
Según las encuestas Hillary aventaja a Trump con un 49 % vs 41 %, diferencia mínima entre dos candidatos distintos y contradictorios; ella, una política tradicional con mucha experiencia, con esposo expresidente y funcionaria del Gobierno de Obama, alérgica al riesgo, con escasa habilidad retórica, más tecnócrata que política y apoyo total a la centralidad del Gobierno; él, magnate inmobiliario, instintivo e indisciplinado, rápido para los insultos, propenso a la xenofobia y al racismo, conservador en la política exterior norteamericana. Dos contendientes propios para un Gobierno extremista, guerrerista y prepotente, que no hablan nada sobre Latinoamérica, lo que quiere decir que, gane quien gane, no estamos en la agenda política del próximo Gobierno norteamericano. Si gana Trump, gana el capital financiero sobre la ideología política, si gana Hilary, gana el establishment , la continuidad política norteamericana y la primera mujer presidenta.
Para nosotros los panameños, quien quiera que gane, no cambiará en nada la política norteamericana de sometimiento sobre nuestra nación, si es Hillary o Trump seguirán influyendo en las elecciones presidenciales, tal como ocurrió en las elecciones del 2009 y 2014, seguirán apegados al Tratado Torrijos-Carter, para proclamar cualquier otra invasión militar si el Canal está inseguro, seguirán incentivando la cultura anticomunista, plegada sobre todo en el período de la Guerra Fría, que nos mantiene alejados y excluidos de todos los movimientos progresistas e integracionistas de Centro y Sur América; seguiremos siendo el escudo de intervención sobre otros Estados latinoamericanos, sea económica o militar; seguiremos incautando drogas y lavando dinero, mientras los gringos no solucionen el grave problema de drogadicción que tienen en su población; seguiremos apostando por el triunfo de Trump, ya que él representa el vaquero del oeste, que con sus puños y sus dos pistolas impone su criterio en cualquier poblado; no apostamos por Hilary porque no nos convenció el Gobierno de Mireya, primera presidenta en nuestro país; seguirán interviniendo bancos, entidades financieras y seguros que interfieran con el desarrollo de sus empresas financieras en el propio EE.UU.; para el 2019, en esta encarnizada lucha entre la oligarquía tradicional y la financiera, encontrarán un candidato presidencial que logre, por consenso, compartir el poder entre estas dos grandes fuerzas económicas, así toque unir, en una nueva propuesta política, a los disidentes del PRD, de CD y Panameñista. Lo importante es cortar de raíz cualquier otra opción política que huela a comunismo, sindicato o progresista, que sueñe con llegar al poder político y enrumbar al país por verdaderos caminos de libertad y soberanía.
Tal como ocurrió en las pasadas elecciones en Inglaterra (brexit), en Colombia (ganó el NO en los tratados de paz), en Argentina (ganó Macri), con Rajoy en España, etc., ante el oscurantismo política del pueblo estadounidense, si los votantes van a las urnas guiados por la emoción, Trump gana, y si los votantes van a las urnas guiados por la razón, Clinton gana. La política es innegablemente interesante, es algo especial, que a muchas personas emociona y pone a pensar.
Las elecciones son un momento que se vive entre la pasión y la razón. Pero en un mundo donde la clase política le interesa la emoción y la pasión del electorado, donde juega con sus recónditos pensamientos del miedo y la justicia inmersa en el inconsciente, le es fácil direccionar la votación hacia un candidato-empresario exitoso, que se declara no político, irreverente, pero defensor de lo tradicional e implacable con las fuerzas que ponen en peligro la nación. Pero si pierde, desde ya Donald Trump afirma que los comicios están arreglados en las urnas a favor de la ex primera dama (fraude), así que todo está en juego, falta ahora ver cómo se mueven las manos debajo de la mesa.
Aunque para nosotros nada cambia, por lo menos, gane quien gane, que nos pillen confesados.
ECONOMISTA