• 21/08/2017 02:03

Trump, Pence y el sistema

El presidente Trump no parece tener interés en corregir el camino con su insistente actitud de confrontación. 

El sistema político estadounidense, diseñado cuando se fundó esa nación el 4 de julio de 1776, establece que su democracia descansa sobre tres poderes con su consabido ‘controles y balanzas' ( checks and balances ), hoy, parece estar en uno de sus momentos más oscuros. Esa sociedad, desde las esferas de poder y con sus cálculos a mediano y largo plazo, se movió con cierta disposición para resolver los problemas de la discriminación racial, por ejemplo, y otros temas de carácter social que los había teñido dramáticamente y amenazado su paz social desde finales de la Guerra de Vietnam. Entendieron que no había progreso ni liderazgo mundial si no se miraban en el espejo para resolver esas desventajas. Cuando culminó la presidencia de Barack Obama, hace tan solo ocho meses, los problemas que los aquejaban se suscribían principalmente al tema de la salud pública y los vaivenes económicos que afectaba a los más necesitados. También marcaba en la discusión, pero quizá ‘no visto como importante' por el común de los observadores, los resultados de las elecciones de noviembre que colocaron en la Presidencia a Donald Trump.

‘No visto como importante' porque se asumía que una vez Trump tomara las riendas del poder presidencial, su actitud y comportamiento, desde esa perspectiva muy particular a modo de ‘el hombre más poderoso del mundo', lo encausarían entre los márgenes aceptables de conducta y funcionabilidad que permitirían que el resto del ‘sistema' político-estratégico de los Estados Unidos, funcionara a la vez, conforme los grandes objetivos estratégicos de esa nación, (estemos de acuerdo o no).

Eso no ha sido así. En términos generales, estos primeros ocho meses de la presidencia de Trump han sido un caos, al punto de que los otros operativos del sistema, los que sí mantienen los objetivos identificados y actúan de acorde, han ido tomando acciones concretas para que ese país no sucumba y se vea ocupado tratando de resolver problemas y temas que todos pensaban resueltos hace mucho tiempo. No solo se trata de que el presidente Trump desvirtúe completamente las recomendaciones de gente experimentada en muchos de los asuntos. Es cierto que él es el presidente y le toca dictaminar las políticas sobre muchos de los asuntos de esa nación, apoyado en el precepto de que ‘para eso fue elegido'. Pero la noción generalizada era que ese mandato, ante todo, tenía que ver con asuntos como: la economía, los temas de emigración, trabajo, salud pública, seguridad, etc. Nadie esperaba (incluyendo los del sistema) que, desde su muy ignorante visión de las cosas fundamentales, causaría preocupaciones serias sobre la posibilidad de una guerra nuclear… afectara dramáticamente, y en tan poco tiempo, las relaciones con los aliados más importantes de los Estados Unidos… y mucho menos que, con su verborrea incendiaria, despertara la sensibilidad social sobre los temas raciales (que muchos estimaban superados y encaminados a mejores tiempos, aunque se había asomado un tanto con la elección de Obama).

Como nos cuesta seguir los detalles, busqué una información publicada por la Associated Press (AP) hace algunas semanas, que un amigo de muchos años colgó en su página de Facebook, y que me llamó la atención sobremanera. La AP decía: ‘El secretario de Defensa James Mattis y [John] Kelly también acordaron en las primeras semanas de la presidencia de Trump que uno de ellos debería permanecer en los Estados Unidos en todo momento para vigilar las órdenes que emergen rápidamente de la Casa Blanca…' Con la incapacidad del Congreso Republicano de establecer el contrapeso, y la Corte Suprema no puede inmiscuirse directamente en asuntos políticos, el sistema se ha activado para procurar que no se cometan desaciertos irreparables.

El presidente Trump no parece tener interés en corregir el camino con su insistente actitud de confrontación. Claramente, y sin vergüenza, apoya las causas más retrógradas y perniciosas que los sectores más recalcitrantes y racistas de esa sociedad abrazan, poniendo en peligro la estabilidad social y política ante los otros problemas legales que él enfrenta. No habrá golpes de Estado militar; pero ellos, los militares, están activados y vigilantes. Si Trump no perdura, el vicepresidente Mike Pence, independientemente de su actuar ideológico, con su postura afable y de seriedad, puede ser la pieza que garantice algo de estabilidad para que el resto del sistema funcione a corto o mediano plazo.

COMUNICADOR SOCIAL.

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