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- 24/09/2020 00:00
Vacunas mortales
Eran las once y cincuenta de la noche del treinta y uno de diciembre del año dos mil diecinueve; gran cantidad de hogares de nuestro país esperaba con ansiedad y esperanzas el año nuevo de dos mil veinte. Seis meses antes, se había dado un cambio de Gobierno y las esperanzas se encontraban cifradas en las acciones que se materializarían en los próximos meses. El Presupuesto General del Estado, para el nuevo Año Fiscal, entraría en vigencia. Nuestro país, desde hace varios años, sufría una fuerte desaceleración.
En los medios internacionales se escuchaba, con cierta fuerza, un rumor de un virus mortal de rápida diseminación, que empezaba a azotar ciertas áreas de China. Realmente, el panameño promedio jamás imaginó que nuestro país sería azotado por una pandemia de características no imaginables, únicamente semejante a la fiebre española de mil novecientos dieciocho; es decir, más de un siglo antes y con incidencia en todo el planeta. Ningún ser vivo en la actualidad tenía experiencia alguna en el manejo que debía tener para no contagiarse. La comunidad médica entraría, sin discusión alguna, en una fase de experimentación con seres humanos. Iniciaría la rápida carrera de obtener una vacuna.
La tarea de producir una vacuna jamás ha sido tarea fácil y en la época que vivimos lo es menos. Desde hace varios años, grupos de mucho poder han invertido grandes sumas de dinero dirigidas a promover la no vacunación y para ello han aportado ciertas investigaciones dirigidas a demostrar los supuestos efectos secundarios de la vacunación.
La creación de toda vacuna requiere de una fase de experimentación con diferentes seres vivos y luego con seres humanos, que no se puede obviar; en casos muy puntuales, como el que nos ocupa, por la gravedad, celeridad y necesidad, se pueden reducir los términos de experimentación, pero jamás obviarse.
En Panamá, el Comité Nacional de Bioética de la Investigación (CNBI) es la entidad regente de garantizar que se está cumpliendo con los estándares éticos en la conducción de la investigación, en donde se encuentran involucrados seres humanos.
El Decreto Ejecutivo n°. 1843 de 16 de diciembre de 2014, reglamenta el Comité. Este decreto tiene que ser aplicado sin duda en concordancia con el artículo 17 de la Constitución Política de Panamá. Que establece el hecho de que las autoridades están instituidas para proteger la vida y honra de nacionales y extranjeros bajo su jurisdicción.
El Comité Nacional de Bioética de la Investigación, como ente rector de la investigación clínica en Panamá, entre sus funciones tiene: acreditar, supervisar y auditar los distintos comités institucionales de bioética de investigación.
A su vez, el Decreto Ejecutivo 179 de 8 de junio de 2018, que reglamenta la investigación con tejidos y células de origen humano en la República de Panamá, advierte que tales procedimientos deberán fundamentarse en los principios de respeto al ser humano.
Asimismo, deben realizarse auditorías permanentes a los comités institucionales, que tendrán como parámetros principales: las buenas prácticas clínicas de la Conferencia de Armonización, las Guías Operacionales para Comités de Bioética que evalúan la investigación biomédica de la OMS, la Declaración de Helsinki, el Informe Belmont, el Código de Núremberg, el propio Reglamento de CNBI.
Es decir, es obligación de todos los comités de bioética de la investigación, acreditados en Panamá, garantizar que se cumplan estándares éticos aceptables, para asegurar la protección de derechos y el bienestar de los participantes en el estudio.
El Código de Núremberg, instrumento jurídico de amplia difusión a nivel internacional, luego de las atrocidades que se dieron en nombre de la investigación en los campos de concentración nazis, prevé antecedentes importantes en materia del “consentimiento voluntario”, en los estudios de investigación, en la que el ser humano debe estar en una situación tal que pueda ejercer su libertad de escoger.
La Declaración de Helsinki, adoptada por la Asamblea Médica Mundial de 1964, actualizada en el 2013, es clara en advertir que la responsabilidad de la protección de las personas que forman parte de la investigación debe recaer siempre en un médico u otro profesional de la salud y nunca en los participantes de la investigación, aunque hayan otorgado consentimiento.
El Comité de Bioética tiene que dar seguimiento a la experimentación con seres humanos, vigilancia, monitoreo del cumplimiento de la buena práctica clínica, para garantizar la protección de derechos y bienestar de los participantes en el estudio.
El artículo 61 del Reglamento de CNBI prevé sanciones, en el caso de que se incumplan los protocolos, que van desde el llamado de atención, prohibición temporal y prohibición definitiva de ejercer la investigación clínica en Panamá.
La regulación del proceso de consentimiento informado en Panamá está contemplada en la Ley 68 de 2003, este tiene que ser específico y libre, tras haber sido debidamente informado.
La pandemia, a pesar de ser una desgracia sin precedentes, ha convertido a nuestro país en el epicentro global en materia de investigación con vacunas; tenemos una larga y nutrida herencia en estos temas, desde la construcción del Canal de Panamá, las enormes jornadas dirigidas a la erradicación de la malaria y la fiebre amarilla. El nacimiento posterior del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud. El hecho de que Panamá es uno de los países con mayor tasa de vacunación, es una oportunidad de servir al mundo, siempre y cuando se cumplan, sin titubeos y con decisión, las normas existentes en nuestro país para la correcta y ética experimentación con seres humanos.
Iniciado el proceso, el seguimiento y vigilancia es fundamental para el éxito. El miedo a vacunas mortales experimentales con “chips de localización incluidos”, como muchos alarmistas se han dedicado a difundir sin control en los medios de comunicación de masas, tiene que desaparecer en nuestro país.
(*) Exmagistrado de la CSJ, ex fiscal superior nacional en Delitos Relacionados con Drogas. Ha sido representante legal de la Asociación Panameña de Medicina Crítica y Terapia Intensiva.