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- 30/05/2014 02:00
La política como instrumento y no como vano fin
Varias lecciones nos ha dejado el recién culminado torneo electoral. Una de ellas es que urge la capacitación política en los partidos con los valores y principios de la democracia, y no con el simple fin cratológico de alcanzar el poder por el poder mismo, sólo como propósito, y no como debe ser: un instrumento o medio de realización del interés público, que correctamente entendido, significa el respeto a los intereses generales de toda la sociedad.
La escuela política en Panamá no existe y eso fue palpado en el discurso sin sustancia y de bajo nivel de los candidatos. No basta el afán popular por la política, es necesario hacer política de altura, no basados en las virtudes naturales de algunas raras excepciones, ya que la política, como toda ciencia, se expresa a través de un lenguaje, que debe traducirse en acción.
El desprestigio de los partidos políticos es proporcional a la de sus dirigentes. Las instituciones son lo que el ser humano hace de ellas. Es común observar que los ‘líderes políticos’ no dan muestra porque no les interesa o no se han dado cuenta, que es imperioso que mejoren su imagen ante la población. Algunos avalan la idea de una política sin ética. Es como decir que cualquier otra profesión pudiera aspirar a eso, lo que sería absurdo. Y es que no vivimos en la era de la política demagógica, sino en la época del discurso de altura y por tanto propositivo. Por ejemplo, cómo resolver los grandes problemas nacionales en su conjunto, mejor distribución de la riqueza, educación formativa e integral que prepare al sujeto para la vida y no exclusivamente para el mercado, descentralización territorial o municipal, más eficiente y mayor participación ciudadana en la toma de decisiones sobre asuntos que les afecta, reciclaje de eso que se ha dado en llamar ‘clase política’, en que el ‘nuevo producto’ denote formación en valores y principios del sistema republicano democrático para el buen gobierno, con liderazgo y siempre en sintonía de las necesidades de la población, que tome como centro al ser humano, no para aprovecharse de éste por medio de promesas vanas de campaña atrayentes del voto, para luego desaparecer una vez en el solio, por el resto del período de elección. Insisto: la democracia prebendaria y clientelar que nos ahoga, ha de dar paso a la verdadera que ejerza y deje como herencia los reales y valiosos principios democráticos, que por mencionar algunos diría: eficaz separación de funciones e independencia entre los órganos del Estado, que supone una administración de justicia honesta y eficiente, muy ligada a la certeza del castigo ante el ilícito o delito cometido; diputados que rechacen las prácticas del transfuguismo y dedicados para lo que fueron elegidos, que es hacer leyes en favor del país; un ejecutivo supeditado a la legalidad, que reduzca el apetito por las facultades discrecionales o ilicitudes justificadas con un aparente manto de legalidad; pluralismo, libertad, igualdad, fraternidad (solidaridad), seguridad jurídica, participación ciudadana activa, brega incesante por la paz y convivencia pacífica, respeto a la dignidad humana, respeto irrestricto a la alternancia o alternabilidad en el poder, tolerancia, no discriminación de grupos o entre grupos étnicos o sociales, transparencia (lucha anticorrupción pública y privada), rendición de cuentas, profesionalización del funcionariado y ética en el ejercicio de la función pública, que incluye a aquellos que se autodenominan políticos.
El proceso constituyente está pendiente y ha sido postergado por mucho tiempo. Es necesario para dotar al Estado y sus habitantes de una Nueva Constitución, que cree un pacto social actualizado, para suplir algunos vacíos y corregir varias deficiencias. Si se logra, debe ser divulgada para fomentar su respeto y que haga parte de la cultura nacional, la obediencia y el amor a la Constitución, porque nos ampara y obliga a todos.
De la mano de lo dicho, se requiere un acicate y aliciente espiritual, porque no solo de pan vive el hombre que alimente a la nación panameña y le permita soportar con honda fortaleza, los vaivenes de los cambios propuestos, en atención a que un país feliz y mejor es posible para beneficio de todos, con justicia y paz duraderas.
PROFESOR