En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece...
2024 será un año decisivo para muchos países de la región y en Venezuela podría haber cambios trascendentales. Y en estas vísperas —bastantes largas— de comicios venezolanos, el dictador sigue lanzando cortinas de humo asediado por el liderazgo de la opositora María Corina Machado y el 85% del país que quiere un cambio, según los sondeos más recientes realizados por la compañía Delphos. Una de las últimas maniobras de Nicolás Maduro fue su apuesta “nacionalista” con la pretensión de absorber dos tercios de Guyana. Su único fin: desviar la atención de los problemas nacionales, consolidar alianzas con adversarios políticos e, ilusamente, ganar popularidad. Y a esto se suman sus primeras declaraciones del año, en las que ha reiterado que el candidato que correrá por el chavismo aún no está definido. De entrada no es claro hasta qué punto el oficialismo echará a un lado al ungido del fallecido Hugo Chávez. Tampoco está clara la jugada de Washington y su papel para colaborar con el regreso a la democracia: el episodio de la ‘clemencia presidencial’ que decidió conceder la libertad al colombiano Álex Saab generó muchas dudas. Ojalá que este acto suponga –más adelante– la habilitación de Machado como candidata y la definición de un calendario para las presidenciales. Hay que tener presente que el chavismo busca legitimarse ante la comunidad internacional tras años de profundo aislamiento. Y no olvidar la sangre que lleva en su haber y que el régimen ha provocado cifras inéditas de migrantes en el continente. Los líderes de la región y quien vaya a llegar al Palacio de las Garzas deben vigilar de cerca los movimientos en Venezuela. Sea quien sea el líder chavista, si es que cambia, la crisis de ese país nos salpica a todos.