La Policía Nacional aprehendió al alcalde electo de Pocrí por presunto peculado, tras una investigación relacionada con proyectos no ejecutados del Conades...

El mensaje de la ciudadanía es claro y contundente: la corrupción es el principal problema del país. Así lo refleja la más reciente encuesta Vea Panamá de nuestro diario, donde 33,9 % de los panameños identifica este flagelo como su mayor preocupación, muy por encima del desempleo y el alto costo de la vida. Lo que comenzó como una molestia, hoy se consolida como un grito colectivo de hartazgo. La cifra por sí sola no es el único dato alarmante. La creciente pérdida de confianza en las instituciones públicas —desde la Policía Nacional hasta la Caja de Seguro Social— pinta el retrato de un país que se siente abandonado. La población ha desplazado su fe hacia instituciones religiosas y educativas, mientras crece el porcentaje de ciudadanos que no confía en ninguna autoridad. Esa es una señal de alerta que no puede ser ignorada. Pero más grave aún es el deterioro del estado de ánimo: el entusiasmo ha desaparecido. Prevalecen la preocupación, la frustración y la molestia. Lo que la gente siente no es solo malestar: es cansancio emocional. Este contexto no admite discursos vacíos ni promesas recicladas. Si el gobierno quiere recuperar la confianza y detener la caída libre del ánimo nacional, debe dejar de mirar hacia otro lado. No se trata de apagar incendios mediáticos, sino de transformar un sistema. Sin transparencia, sin justicia, sin respuestas concretas, el país seguirá hundiéndose en la desesperanza. Urge actuar ya.