José Jerí Oré, prometió en su primer discurso en el cargo empezar a construir las bases de la reconciliación del país, que atraviesa “una crisis constante...

En nuestros días, el ser humano vive atrapado dentro de un pesado estilo de vida que le desgasta y explota a cambio de muy poca felicidad, y aún menos bienestar. Sin embargo, todo parte de la idealización que tiene de su propia vida vs la que vive en realidad. Adornándola de mil y un eufemismos a la moda que refuerzan su ignorancia para consigo mismo. Es decir, palabras que suenan bonito pero aportan poco a su bienestar. Por mencionar algunas: “ambición”, “estatus” , “empoderamiento” etc. Dicho de otra forma, tercerizando su deseo existencial. Entiéndase, ya ni siquiera copiado de lo que aspiren o ambicionen sus amistades o seres queridos, sino más bien de un estilo de vida fatuo extraído de las redes, que a mediano o corto plazo le genera aún más insatisfacción y angustia interna. Desde las deudas hasta el pírrico placer obtenido de la aprobación de una sociedad que no sabe distinguir entre comodidad y bienestar, lujo o necesidad, ni mucho menos entre ser y tener.
Así pues, tenemos frente a nosotros la peor tragedia de la historia humana moderna. La de un ser que se ha colmado de tecnología, bienes materiales y servicios, para suplir todas sus necesidades personales, excepto las principales que le dan paz y bienestar consigo mismo. Pero no conforme con esto, en un acto fútil de supervivencia a sí mismo, se crea un mundo virtualizado para alienarse del real. Aún ignorando dos conceptos fundamentales que llevaran su frustración existencial a donde quiera que vaya física o virtualmente. Primero, el hombre prefiere ignorar el hecho de que virtualizando la realidad sigue portando dentro de su consciencia todo aquel sentimiento de carencia que le hace negarse a sí mismo de forma compulsiva casi. Y segundo, que sigue dependiendo de una realidad física que, peor todavía, continúa creciendo (y mucho más al omitirse de la realidad) . Pero las personas en su mayoría prefieren “no notarlo” aunque esto se les aglutine en aquel “invisible” que los atormenta a diario.
No, el ser humano no puede vivir volcado hacia afuera. Lo hemos hecho a lo largo de la historia, fracasando al crear modelos de convivencia social tan incordios como nuestras pendencias internas y la incapacidad que tenemos de poder superarlas o tan siquiera sobrevivirlas. Porque de nuestra incapacidad de lidiarlas a lo interno, y su respectiva proyección sobre los demás, nace todo este entramado social repleto de relaciones conflictivas, engañosas, y retorcidas que llamamos “sociedad”. Quizás sea por “los ojos que tenemos” que miran hacia los otros, o tal vez por el hecho de que tenemos nuestra consciencia encapsulada en un cuerpo repleto de necesidades apremiantes. Quién sabe qué o quién, ni por qué o por quién... pero siempre terminamos ignorándonos a nosotros mismos por darle favor a la sociedad. Dicho sea de paso, tanto para lo bueno como para lo malo. Porque existe cierto placer adictivo en vivir sin conocerse a uno mismo. No conocernos internamente” en muchas ocasiones nos facilita el acto de culpar a los demás. Ya que podemos aprovecharnos de ellos (tanto de su propia falta de visión como de su complejo de héroe) para vivir parasitándoles económica, afectiva o psicológicamente.
De cualquier forma, no se puede construir un mundo hacia afuera, sin edificar fuertes estructuras hacia adentro de uno mismo primero. Si bien la sociedad nos condiciona a vivir para y por ella, usted jamás estará físicamente obligado a desconocerse a sí mismo. Menos aún, dentro de los regímenes “democráticos” modernos.
No hay nada bueno, mucho menos sano o práctico, en sacrificarse por una sociedad enferma y que no se escucha a sí misma. En consecuencia, habría que darle la vuelta a todo esto, entendiendo por fin que robar un tiempo social para la edificación personal puede ser más productivo para la sociedad que vivir atropellando a los demás buscándose a uno mismo.