• 22/01/2024 00:00

El progreso y sus enemigos: la nueva coalición del retroceso

Lo que he llamado la política de la calle, en escritos anteriores, ha tomado un nuevo giro: una coalición de grupos enemigos del progreso que han abrazado el retroceso como el objetivo de su lucha política callejera y anarquista, que pretende reemplazar, mediante la violencia arbitraria del cierre de vías de comunicación, a la política institucional de nuestra democracia representativa.

Esta nueva coalición, esencialmente reaccionaria, pues rechaza la idea del progreso y abraza la de un retorno a formas más simples e idealizadas de vida premoderna, pero más arbitrarias y pobres, ha tomado fuerza inusitada y amenaza con conducir al país a mayor pobreza, falta de oportunidades e inestabilidad. Una sentencia de nuestra Corte Suprema ha dado un espaldarazo a esta coalición y a sus medios y fines.

Si la historia, como la concibo, es una lucha constante por liberarse del temor de la violencia arbitraria y de la necesidad económica para alcanzar una vida de bienestar, esta nueva coalición es claramente reaccionaria porque persigue fines opuestos a este progreso. Ella está integrada por un grupo sindical que se dice marxista, un segmento de profesores, indígenas Ngäbe-Buglé, ambientalistas, extremistas, ciertas radios y tele comentaristas y elementos de la jerarquía católica. Dos obras recientes apoyan esta idea mía de la historia que tiende a ser liberal-democrática (Alan Kahan, Freedom from Fear, Princeton, 2023 y Robert Peckham, Fear: An alternative History of the World, Profile Books, Londres, 2023).

La exigencia de lo perfecto en todos los planos del quehacer humano y en el derecho en todas sus manifestaciones se revela con mayor claridad, bien sea que estemos ante un contrato, un tratado internacional u obras de infraestructura que afectan a grupos minoritarios de la sociedad, pero que persiguen el bien común, que es por naturaleza el de la mayoría.

El creador del ensayo como género literario, Michel de Montaigne, apuntaba con certera precisión: “quiero que se actúe y que se prolonguen los deberes de la vida en la medida de lo posible y que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero despreocupado de ella y aún más de mi jardín imperfecto” (Los Ensayos, I, XIX, ensayo “Que filosofar es aprender a morir”). En otras palabras, la vida humana es un quehacer continuo, pero siempre imperfecto y, agrego yo, es insensato exigir la perfección de ella.

Los detractores profesionales, ahora cobijados en un falso y alarmista apocalipsis ambiental (tomo esto de la obra del ambientalista Michael Shellengerger Apocalipse Never: Why Environmental Alarmism Hurts Us All, Harper, 2020) y en un trasnochado indigenismo y marxismo se han opuesto antes a los Tratados Torrijos-Carter, pero ahora se han coaligado frente a empresas que pretenden explotar recursos minerales y a las mejoras al abastecimiento de agua para el Canal de Panamá mediante la canalización del río Indio (sobre este problema puede verse el artículo de Mie Hoejris Dahl, “The Panama Canal is Running Dry”, revista Foreign Policy, 15 de enero de 2024). Son los mismos con las mismas: los detractores permanentes que cobran vida y renovada energía para demoler lo que otros intentan construir en beneficio de nuestro país. Son una minoría estridente magnificada en los tiempos actuales por las redes sociales y algún medio de comunicación.

Si en algo han sido consistentes estos sectores es en oponerse a los grandes cambios progresistas que han movido al país en las décadas recientes. Lo novedoso es la coalición que de hecho han formado y sus tácticas de conculcación de derechos constitucionales, como el de libre circulación y de expresión de grupos o personas adversos a ellos, mediante descalificaciones arbitrarias de personas más capacitadas que ellos o cierres arbitrarios y con frecuencia violentos de vías de comunicación y de aislamiento de las provincias productoras de alimentos, llevados a cabo por unos sectores de la coalición del retroceso, mientras que otros integrantes de esta actúan en medios digitales.

En el contexto latinoamericano, un grupo de distinguidos economistas y especialistas en políticas públicas llamados el Grupo de los 30, dirigidos por Andrés Velasco, director del departamento de políticas públicas de la London School of Economics (Universidad de Londres) han identificado cuatro factores que explican el reciente estancamiento o retroceso económico de Latinoamérica en relación con otros países poscomunistas o liberados de dictaduras (¿“Why does Latin America Underperforms?”, Washington, septiembre de 2023). Cuatro “síndromes” nos estancarían: inestabilidad macroeconómica, fallos del mercado y de los gobiernos, deterioro de las instituciones y violencia arbitraria como la que ahora vemos en Ecuador y bajo nivel de ahorro doméstico combinado con gran desigualdad y las respuestas populistas.

En nuestro caso, la política populista de la calle, la coalición del retroceso, ha rebasado a la política institucional de los representantes legítimamente elegidos, en cierta medida permitido por un Estado débil y un desencanto con nuestros representantes con legitimidad democrática ganada en elecciones libres y competitivas.

Frente a la nueva coalición del retroceso se impone una firme actitud de acabar con el Estado débil y las instituciones degradadas que tenemos y que hábilmente ha explotado la coalición del retroceso. Es imperativo que de las elecciones de mayo se consolide una coalición que abrace el progreso y rejuvenezca nuestras instituciones. De lo contrario, el futuro del país estará en franco retroceso, como quieren los miembros de aquella coalición, cuyos actos arbitrarios y sin legitimidad democrática conducen al país a un retraso quizás irreversible: seríamos un país más pobre, con menos oportunidades, con mayor violencia arbitraria e inestabilidad política.

El autor es expresidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor en Derecho y máster en Economía
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