Un Corredor que no corre

Tres administraciones les tomó a los panameños tener finalmente una autopista que comunicara el Atlántico con el Pacífico, una obra que cualquier gobernante medianamente visionario hubiera señalado como fundamental para el desarrollo del país, desde hace varias décadas. Pero todavía no ha sido posible que las miles de personas que utilizan diariamente esa vía puedan transitar por ella. La falta de reglas claras ha enfrentado, una vez más, a la empresa constructora, los transportistas y el gobierno, en una disputa que parece no tener fin, sobre el monto del peaje que deben pagar los usuarios. Puños, armas camufladas y la paralización total del transporte constituyen hasta ahora la imagen que ha prevalecido para los panameños de un Corredor por el que parecen condenados a no ver nunca rodar sus vehículos.