La prolongación de la estación seca no es un hecho fortuito sino una clara señal de la naturaleza por la tala indiscriminada de árboles que se lleva a cabo en muchos países del mundo. En el nuestro, por ser geográficamente pequeño, el fenómeno se siente con mayor vigor. Nos atrevemos a señalar que en Panamá ya no existen bosques primarios, y en el Darién, último reducto de los mismos, la tala continúa con la permisibilidad del gobierno de turno. La cultura de que los árboles chupan el agua de los ríos se nota en ciertas regiones del interior. Un solo vistazo a esos ríos y quebrada, nos indica que no ha sido posible la neutralización de esa nefasta costumbre. ‘Se murieron los ríos' se deja oír por vastas regiones del país. La adquisición de agua potable es cada vez más difícil. La solicitud que hace el gobierno de que se sea precavido en el uso de ese vital recurso, se desmaya ante la pérdida de miles de galones de agua por la desidia de las autoridades encargadas de su regulación y control. El verano avanza y la falta de agua se va a seguir notado cada vez con mayor rigor. Ya algunos expertos señalan que la próxima guerra mundial será por el control del recurso hídrico. Muchas transnacionales compran, detrás de lo que se denomina ‘pulmones ecológico', grandes reservas de agua para su ulterior procesamiento y venta. El ambiente nos ha hecho una advertencia clara: o me respetas o acabo con tu vida. Si cada uno admite que el problema es propio y no del vecino o de otro país, podemos evitar que llegue la catástrofe que ya está a la vuelta de la esquina. Protejamos el agua. Allí estará nuestro futuro.

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