• 03/01/2018 01:00

De los fracasos como sociedad

Este es un claro ejemplo de que el negocio está por encima de la justicia y del bien común.

Es indudable que el sistema penitenciario es uno de nuestros fracasos como sociedad y el problema mayor radica en que los sucesivos Gobiernos perpetúan el mal. Este es un claro ejemplo de que el negocio está por encima de la justicia y del bien común. Son más de 15 000 detenidos que son alimentados con nuestros impuestos, sin razón de ser. Y como si fuera poco, cada Gobierno anuncia construcción de nuevos centros penitenciarios, ‘modernos y con más seguridad', como si esto fuera una gran acción. Lo cierto es que dentro de estos detenidos que nos cuestan un ojo de la cara, hay más de tres mil extranjeros que bien pueden deportarse y aliviar el hacinamiento y también la pesada carga de su manutención. Si a esto le añadimos que los detenidos, en lugar de rehabilitarse y convertirse en gente de bien, lo que ocurre es todo lo contrario. Dentro de nuestras cárceles hay todo un sistema corrupto que va desde las tienditas de custodios que generan pingües ganancias, hasta ser los nuevos centros de mando y acción de los capos de la delincuencia. Tienen toda una red al servicio suyo, desde custodios hasta otros delincuentes, y desde allí operan a sus anchas, con líneas telefónicas y armas. Dan órdenes y actúan como si estuviesen en total libertad. Es un sistema corrupto que nos avergüenza y que debe eliminarse de inmediato. Hay que depurar este esquema del tratamiento de los detenidos, porque lo que hay representa el ejemplo viviente de un fracaso de nuestra sociedad.

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