La educación es el camino correcto para que las sociedades se desarrollen. Debe ser el norte de todo Gobierno. Hoy, empero, el negocio es el norte y denota cómo la corrupción ha penetrado hasta nuestras autoridades educativas. No es posible que ahora en las escuelas se utilicen libros desechables. Que un padre de familia pague hasta 150 dólares por un libro de texto y el mismo solo puede usarse un año. Que luego solo las casas editoriales hagan unas leves modificaciones y vuelvan a vender el mismo libro a precios astronómicos. Sin duda, esto no tiene otra explicación que una componenda entre las autoridades educativas y las casas editoriales. Un libro debe durar por años. Como esos que sirvieron para educar a nuestros padres y abuelos. Lo peor es que antes, los estudiantes salían bien graduados, con conocimiento, con un sentido de patria que nos enorgullece. Lo que sale de las escuelas hoy no es lo mejor y todos lo sabemos y eso que pagamos por libros con carátulas de oro, pero que demuestran que funcionan menos que aquellos de antes que sirvieron por generaciones, a pesar de que sus páginas se rompían por el desgaste de años. Hay que ponerle un alto a este atraco de las casas editoriales con la complicidad de las autoridades educativas, porque no hay explicación que valga que justifiquen un robo a simple vista. Mantener este lucrativo negocio es disparar contra la educación misma, porque se prefiere mantener como enseñanza lo valedero de un acto corrupto con la venta de libros escolares, en lugar de demostrar autoridad contra este flagelo.

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