• 18/07/2018 02:00

Extraño silencio

Lo triste es que cuando ese gobernante se aparta de sus principios y hace lo mismo que los gobernantes que criticó

La lógica existencial de los partidos políticos, agrupaciones o sindicatos obreros, es luchar por el bien común. Luchan por la igualdad de sus pueblos, por el bienestar de toda la sociedad y que la riqueza no solo beneficie a unos pocos, sino a la gran mayoría. Cuando ocurren abusos de los gobiernos contra un pueblo, son estas organizaciones las que salen a protestar y obligan a las autoridades a desistir de alguna medida. Estas mismas organizaciones populares también celebran cuando alguno -que salga de sus entrañas- alcanza el poder. Lo triste es que cuando ese gobernante se aparta de sus principios y hace lo mismo que los gobernantes que criticó, la sociedad espera que esos partidos, agrupaciones y sindicatos obreros actúen en base a sus principios y frenen los abusos de ese gobernante. En el caso específico de Nicaragua, Daniel Ortega abusa, reprime y mata a su propio pueblo. Fue el gobierno de Ortega el que intentó exprimir a su pueblo con el dinero que pretendía sacarle a través de la Caja de Seguro Social. Ese pueblo, enardecido por esa traición, salió a las calles y despertó de ese letargo, porque descubrió que Ortega no es más que otro farsante que llegó al poder para hacer las mismas cosas que los gobernantes corruptos y anárquicos. Ortega ha respondido con fuerza y muchos nicaragüenses han muerto por su represión. Sin embargo, las agrupaciones obreras panameñas, muy solidarias con los pueblos de América, mantienen un extraño silencio. ¿Es que mantener el poder es la meta, no importa si traicionan sus principios?

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