Políticas incongruentes

Cierto es que las obras de envergadura son necesarias para Panamá: El Metro, el tercer y cuarto puente sobre el Canal, el corredor de playas… Pero igual lo es la tecnificación del sector agropecuario, para que éste logre la eficiencia necesaria y pueda competir en justas condiciones. Pero los sucesivos gobiernos se ocuparon de las megaobras y abandonaron el campo. Y luego, no conformes con esa política incongruente, abrieron el grifo de las importaciones y encima nombraron funcionarios inescrupulosos que no les remordió hacerlo en medio de la zafra local. El resultado es un campo seriamente afectado, que favorece la salida de la gente hacia la ciudad, provocando un desbalance en todo. Pero este entuerto hay que arreglarlo ya, porque por mucho que se defiendan los Tratados de Libre Comercio, ningún tratado está por encima de la seguridad alimentaria y económica de los campesinos y productores de un determinado país. Europa cada cierto tiempo aumenta los aranceles para proteger a los suyos, igual lo hace Estados Unidos. Panamá tiene que estar abierta al mundo, sí, pero no dispuesta a sacrificar a su gente por el libre comercio. Si esta política de apertura total viniera aparejada con precios razonables en los alimentos, todavía la gente se tragara el cuento, pero lo más irónico es que se está aniquilando al hombre del campo y a los consumidores se les está exprimiendo con precios caros y hay que agregar que el control de precios falló y los beneficiados fueron los avivatos de siempre.