Siempre va a haber elementos malsanos en una sociedad. Hay asesinos en serie, violadores en serie, gente que disfruta con el sufrimiento de otro, etc. Las legislaciones varían de país en país y algunas hasta son muy laxas a la hora de castigar un delito. En el caso panameño, hasta cierto modo es así. Hay serios cuestionamientos, porque a veces pareciera que se protege más al victimario que a la víctima. Sin embargo, para todo hay teóricos que se desparraman en explicaciones que terminan imponiendo sus argumentos. Empero, hay un delito, el de pedofilia, que tiene que ser modificado por lo aberrante que es. Las penas hasta 24 años de prisión nunca repondrán el daño que un desgraciado adulto causa a una niña o a un niño en toda su vida y a la propia sociedad, porque tiene que arrastrar a esos miembros enfermos. Así como con el cáncer uterino toman decisiones extremas para erradicar la enfermedad, hay que hacerlo contra estos hombres que violan a niños y niñas. El tratamiento radical de la castración química debe incluirse en la legislación, porque aunque nunca se reparará el daño al infante, por lo menos hay garantías de que ese no será victimario de otro menor. Panamá ha crecido mucho y cada día nos sorprendemos con casos aberrantes que son de otras latitudes. Pero así como ahora son el pan de cada día en este país, también hay que traer las legislaciones de esos otros países que castigan con mayor fuerza a estos violadores. Como reza el refrán: ‘muerto el perro se acabó la rabia'.

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