Hay una realidad incuestionable. La salida de los ministros de Seguridad y Gobierno le da un aire al Gobierno del presidente Laurentino Cortizo, pero detrás hay otra lectura. La inseguridad del país, con 13 asesinados en La Joyita, 55 asesinatos en enero y la fuga de Ventura de la cárcel de máxima seguridad no es culpa de Mirones ni de Romero; es la propia Policía. Y es que la entidad tiene a gran cantidad de miembros cooptados por los cárteles de la droga y de las pandillas. Mirones, en todo caso, les representaba un obstáculo y lograron que quedara mal y terminara renunciando. La Policía está carcomida y ahora que llegó Juan Pino, un miembro de la Policía, tendrá que esforzarse en sanear la institución de la que proviene, porque, si no, su destino será igual que el de Mirones. La Policía fue ganando terreno en el Gobierno de Varela y fue llenándose de comisionados y subcomisionados. Los ascensos fueron hechos de forma antojadiza y Mirones presentó los casos a la justicia para que se investigara por corrupción. ¿Pino será su títere o logrará rescatar la Policía de esta banda? El problema es muy serio, porque Panamá va camino a convertirse en un narco-Estado como México. Las medidas tienen que ser drásticas y el presidente Cortizo no puede andar con paños tibios. La sacada de Mirones no es una acción de Cortizo; fue la fuerza de la mafia policial la que obligó al cambio. En pocas palabras, el presidente tiene que actuar con mucha inteligencia y trabajar intensamente en el rescate de la institución. No es fácil, pero no hacerlo es condenar el país a lo que enfrenta hoy México. ¡Así de simple!

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