La llorona

RODEADO DE MALANDROS

El profesor Tuñón denunció esta semana del robo de su smartphone -no en una parada de bus- sino del escritorio de su oficina en una entidad donde, se supone, hay gente proba y preocupada por los destinos del medio ambiente.

LAS CARAS DEL OFICIALISMO

A propósito de buses. Sorprendidos quedaron algunos usuarios del Metrobús cuando vieron descender a Zavala de uno de estos abarrotados armatostes para ingresar a la televisora donde sirve en defensa de lo bueno, lo malo, lo feo y lo inimaginable de La Locura. ‘La cosa no da ni para un Picanto’, comentaban las señoras en la parada de la Tumba Muerto.

CABALLITO DE BATALLA

Pese a sus años y su formación, muchos ven en Cebamanos el motor tras la recolección de firmas para la inscripción del nuevo partido rojo. El pasado fin de semana se vio a un aburguesado Saúl -que ahora usa las camisas que se pusieron de moda en La Locura y que cuestan más de 50 dólares- tratando de captar adherentes en Vista Alegre.

BAILAR CON LA MÁS FEA

Al sucesor del Enzapatilla’o, según las estimaciones de los que entienden de eso, le tomará -por lo menos- el primer año de gobierno poner las cosas en orden con tanta ley conveniente que está aprobando la Asamblea en las últimas semanas, sin contar que heredará una deuda pública de más de 20 mil millones de dólares. ¿Ganadores de qué?

PUENTE ROTO

Por el municipio después del puente hay una morena en Catastro que le hace la vida imposible a los contribuyentes en el programa de citas. También me dicen que allí harían fiesta con una auditoría.

EN DOS AGUAS

En Penonomé hay un empresario al que llaman Harry Poter que quiere ser diputado por el partido de Omar. Lo tienen pilla’o jugando en dos aguas porque tiene importantes licitaciones con el Estado.

EN PROBLEMAS

Los residentes de Sorá me mandaron a decir que pronto cerrarán las calles por los incumplimientos de Vladimir con la construcción de tres puentes que comunican a varias comunidades, lo que los afectará con las fuertes lluvias que se avecinan. ...y que nadie llore