• 03/01/2015 01:00

¿Podrá China derrotar la obesidad?

Análisis

Digan lo que quieran sobre los chinos, ellos saben hacer cambios y muchas veces para bien. Como resaltó un editorial en The Lancet, la semana pasada, el promedio de vida en China en 1950 era 40 años y ahora es 76. Para referencia, en Panamá es 77, en Colombia 73, Costa Rica 78 y Estados Unidos 79.

Las razones para casi duplicar la vida promedio de los chinos no son un secreto: China ha desarrollado programas de salud pública que han reducido las enfermedades transmisibles a un nivel manejable. Esta es sin duda una buena noticia. Pero significa que las personas están muriendo de enfermedades no transmisibles, enfermedades crónicas que son en gran medida prevenibles y son causadas por la desnutrición, no en el sentido clásico de escasez de alimentos sino por el consumo excesivo de comida procesada, la falta de ejercicio y los peligros ambientales.

Debido a que las cosas se mueven rápido en China y pueden aprender del ejemplo de otros países desarrollados, es posible cambiar aspectos importantes de salud pública y evitar el destino de países occidentales que aumentaron sus niveles de obesidad de forma trágica y vertiginosa. Y hay esperanza: los autores del editorial de The Lancet señalaron que Li Bin, ministra de salud y planificación familiar de China ‘tiene la voluntad política, junto con sus colegas internacionales, para afrontar el reto urgente' de estas enfermedades no transmisibles y los problemas que plantean para el futuro de China.

En los países desarrollados, el exceso de peso y obesidad es el segundo factor más importante de riesgo de muerte. La importancia de abordar este tomó vigencia en septiembre del año pasado con la publicación de un nuevo estudio, también en la revista The Lancet, que vinculaba 22 tipos de cáncer diferentes al índice de masa corporal (IMC). Las conclusiones del estudio que involucró más de 5 millones de personas fueron notables y al mismo tiempo no del todo inesperadas: ajustado a factores como la edad y el tabaquismo, entre más alto el IMC, mayor el riesgo de cáncer de útero, riñón, vesícula biliar, estómago, colon, hígado, próstata y páncreas.

Las formas en que la obesidad incide en las probabilidades de desarrollar cáncer están lejos de ser bien entendidas. Encontrar esos caminos pueden conducir a un tratamiento más exitoso del cáncer, pero identificar qué tipo de política podría funcionar para reducir la obesidad (regulaciones, impuestos, subsidios, incentivos, educación y así sucesivamente) debería ser el trabajo principal de los funcionarios y autoridades, activistas y políticos. Con un asombroso 64% de nuestra población adulta con sobrepeso y obesidad, Panamá es uno de los líderes mundiales en esta carrera poco envidiable.

Ningún país del mundo tiene actualmente sus índices de obesidad por debajo de los que tenía en 2000. Excepto China, cuya tasa de sobrepesos y obesos combinado se mantiene en menos de 30%, lo cual sigue siendo alarmante. Obviamente, nada se acerca al líder indiscutible de México, que con un 72% combinado de sobrepesos y obesos es el primer país importante en el mundo que instituye un impuesto a las sodas y comida chatarra. Esa ley que entró en vigor a principios de 2014 ya muestra resultados positivos: las ventas de sodas están cayendo.

Igualmente, en Chile entró ayer en vigencia un nuevo impuesto a las sodas para frenar el crecimiento anormal de obesidad que han registrado en los últimos años.

En el siglo 21, es inevitable que casi todos los ciudadanos del mundo han sido y continuarán siendo afectados por el flagelo de la comida chatarra y los dulces líquido. A pesar de que las propuestas inteligentes abundan, muy pocos países hasta ahora han intentado frenar su comercialización o ventas. Sin límites, el consumo de alimentos poco saludables dará lugar a mayores tasas de obesidad, y por lo tanto un aumento en las enfermedades asociadas y las muertes prematuras.

Si sabemos cómo disminuir el innecesario sufrimiento humano y la mortalidad, ¿por qué no hacerlo? Tal como México y Chile lo han demostrado, la responsabilidad del Gobierno es proteger a su población de los alimentos procesados.

China tiene el potencial de aprovechar las lecciones aprendidas no sólo de su propia experiencia positiva frente a las enfermedades transmisibles, sino de los trágicos errores cometidos por los llamados países desarrollados en el campo de las enfermedades no transmisibles. Lamentablemente, necesitamos de su ejemplo para despertar de nuestros propios problemas.

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