• 25/05/2011 02:00

Para entretenernos un rato

M uchos problemas nos aquejan. Las encuestas y sondeos de opinión los reportan —canasta básica, inseguridad pública, salario mínimo, edu...

M uchos problemas nos aquejan. Las encuestas y sondeos de opinión los reportan —canasta básica, inseguridad pública, salario mínimo, educación, salud, justicia—, pero pasan a segundo plano cuando el presidente anuncia cambios de ministros. Comienza entonces el deporte, que muchos creen dominar, de intentar identificar a los ungidos. Los expertos se mueren por las primicias; no realizando cuál es el juego, algunos pisan la cáscara tratando de llegar primero. Sospecho que ese es precisamente el propósito de un anuncio tan anticipado.

Cierto que los ministros forman el grupo de confianza que ayuda al presidente a realizar los proyectos por desarrollar durante su gobierno; también lo asesoran en sus respectivas áreas. Ayudantes o asesores, deben compartir plenamente la visión del gobernante e inspirarle seguridad; pero la realidad puede resultar otra cuando entran en juego los compromisos políticos adquiridos para armar una alianza electoral.

Reiteradamente se manifiesta que el mandatario se rodeará de los mejores y más capaces, sin importar preferencias o ideologías políticas. Pero, al inicio de un gobierno, es evidente que los espacios ministeriales y de mandos importantes se distribuyen en función del desempeño en las elecciones pasadas, incluyendo los resultados en la integración del Órgano Legislativo y la consiguiente necesidad de ganar apoyo para la agenda legislativa del Ejecutivo. Y así, hasta ahora los espacios de gobierno se han dividido entre tres partidos: Cambio Democrático, Panameñismo y la ex Unión Patriótica, habiendo quedado el Molirena en una especie de orfandad como convidado de piedra en una mesa secundaria.

Para los próximos tres años, más razonable resulta especular, no sobre las personas que ocuparían los cargos, sino sobre cómo quedaría dividido el poder entre los dos partidos oficialistas, excluyendo el Molirena: cuánto y qué le corresponderá a cada uno, sobre todo en función de probables segundas vueltas.

Ya han transcurrido dos años de la actual administración. Hemos visto el inicio de muchos proyectos, que han sido calificados como extremadamente ambiciosos; entre ellos, los cuarenta y pico ‘imperdonables’. Pero, por otro lado, ya comienzan los políticos a caer en cuenta de que en el horizonte aflora el espectro de las próximas elecciones. A no dudar, gobierno y oposición están en carrera en busca de un futuro triunfo electoral.

Eso nos lleva a especular si la repartición del gabinete se haría primordialmente de cara a las próximas elecciones y la designación de nuevos ministros dependerá exclusivamente de un liderazgo y de una habilidad personal que muestre para ganar votos en favor de su partido, ya sea con hechos o con su verbo. Por eso resulta gracioso que algunos de los nombres que han surgido como posibles candidatos son obviamente lanzados al ruedo público por los propios esperanzados en ocupar los cargos. Es su manera de llamar la atención y de pedir que se les tome en cuenta, pero olvidan la vinculación política tan relevante ahora.

En julio la oposición política podrá discernir a ciencia cierta cómo sus contrincantes oficialistas se atrincherarán en preparación para la contienda. En tiempos del régimen militar estos cambios los recordamos como ‘cambios de trinchera’, porque siempre permanecían como miembros del equipo, sólo que se rotaban a diferentes puestos. Un ministro podía pasar a dirigir una entidad autónoma, cambiar su cartera con otro ministro o asumir una embajada. El fin no era electoral sino conservar el equipo, dándoles nuevos aires o desafíos personales a sus miembros.

Hoy las necesidades son otras. La estrategia, como siempre, es continuar en el poder, pero la táctica inmediata es que las especulaciones generadas logren concentrar la atención en las movidas del oficialismo, obligando a la oposición a esperar y, de momento, permanecer en un limbo informativo.

Pero unos y otros olvidan que estos temas no están en la agenda del panameño de a pie, más preocupado por su pan de cada día, sus medicinas, su transporte, su seguridad, la escuela de sus hijos. Estas distracciones temporales, que pretenden anegar el escenario político, pertenecen, para las mayorías, a una galaxia tan distante de sus problemas como la Vía Láctea. No sirven.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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