• 03/08/2011 02:00

El espacio de los maleantes

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.. La visión de Panamá en el exterior es la de una agitada y cosmopolita nación, donde el desarrollo ...

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

La visión de Panamá en el exterior es la de una agitada y cosmopolita nación, donde el desarrollo —expresado en un sinfín de proyectos— adquiere dimensiones inimaginables, a juzgar por la cantidad de obras, vehículos de último modelo en las calles y las incontables actividades de recreo, juegos de suerte y azahar y la ebullición en los centros comerciales.

Sin embargo, como algunos estudios evidencian, este panorama es superficial, cosmético y satisface indicadores sobre capitales que se invierten en la actividad financiera, que antes fue el orgullo nacional y en la actualidad, adquiere una creciente participación extranjera. Hoy, el cemento, la cerveza y las galletas, por mencionar algunos casos, son iniciativas internacionales asentadas localmente.

Pero por los intestinos de la sociedad, se fragua esta especie de guerra escondida que reduce a un ritmo paulatino los espacios donde se construye cotidianamente la ciudadanía. La germanía, la maledicencia y el delito se instalan con fuerza en ciertos lugares y exhiben la indetenible estela de víctimas en los parajes, bajo los puentes, en los ríos y en sitios tan irrisorios como campos de juegos y hasta templos religiosos.

El concepto de pandillas que marcan un territorio para defenderlo de foráneos, ha evolucionado hacia un sistema de bandas que controlan el área y compiten en capacidad para delinquir, atemorizar y convertirse en maquinarias mortales o de exterminación.

Estos grupos han logrado organizar esquemas que adaptan y adoctrinan mentalidades juveniles hacia el delito con alto grado de frialdad e insensibilidad; que poco a poco gana territorios a la escuela tradicional, que en muchos casos pierde la oportunidad de estimular a su planilla estudiantil hacia modelos de vida con valores fortalecidos y una mentalidad creativa.

Hace unos días escuché el diálogo de dos hombres que iban hacia su trabajo, uno de ellos explicaba en detalles cómo se había perdido un espacio en la avenida A y las calles 14 y 15; allí, un grupo de jóvenes que suele cobijarse en un inmueble desocupado cercano. Ellos amenazan y amedrentan a las personas que circulan y cobran una especie de peaje a los que compran en la bodega de un chinito.

‘Ellos han dominado esa área, por eso cerró el restaurante ‘La buena suerte’ por los robos y asaltos, que espantaron a la clientela del lugar. Ahora los vecinos acuden temerosos a la bodega que aún se mantiene en la avenida A, justo en la esquina de calle 14’, decía uno de ellos, vecino de los multifamiliares de Barraza.

Al igual que él, la comunidad se ve obligada a evitar algunos lugares de la ciudad y ser consciente de la peligrosidad en ciertos sitios. El puente rojo en Veranillo, ‘la 24 de Diciembre’, las barriadas de Villalobos, Cabo Verde en el área de vía Bolívar, entrar a la calle que bordea Viejo Veranillo, edificios Los Libertadores, ciertos sectores en Río Abajo, en el corredor sur frente a Boca la Caja y aun el barrio de San Felipe, son algunos puntos en los distritos urbanos.

Hace días, un joven entró por equivocación a cierta calle de Río Abajo y salió con balas incrustadas en su auto y su cuerpo. Por otro lado, la Policía se vio en la necesidad de tomarse desde la madrugada, la calle 17 de ese corregimiento, que por lo general es intransitable, así como las calles de Panamá Viejo, cercanas al sitio arqueológico más importante para los visitantes que llegan al país.

Lo paradójico es la timidez de los programas aislados, paternalistas y asistemáticos que desarrollan aisladamente por las instituciones a las que corresponde fomentar modelos de estrategias para resocializar, sobre todo a los jóvenes que han perdido la ruta de la formación ciudadana y que son ciegos a las múltiples ofertas de trabajo y perspectivas de formación en disciplinas que satisfacen las necesidades del mercado laboral.

Hay una población vulnerable hacia la que se requiere dirigir la atención en forma metódica con estrategias más consolidadas para reducir la creciente adhesión de una generación hacia el delito. Perdemos aceleradamente espacios y sobre todo enriquecedoras posibilidades de integrar la generación que debe sucedernos frente a la complejidad del futuro.

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