• 26/08/2011 02:00

De la obediencia indebida

ACADÉMICO NUMERARIO DE LA ACADEMIA PANAMEÑA DE LA LENGUA.. En el diario acontecer hablamos, casi exclusivamente, de derechos... Y habla...

ACADÉMICO NUMERARIO DE LA ACADEMIA PANAMEÑA DE LA LENGUA.

En el diario acontecer hablamos, casi exclusivamente, de derechos... Y hablamos muy poco de deberes y de obligaciones... Y cuando hablamos de obediencia, lo hacemos de modo equivocado; fraudulento, muchas veces. Recordemos que además de derechos y deberes, existen, y no pueden ser olvidadas, las obligaciones.

Y las Obligaciones son anteriores al Derecho; lo anteceden. Son consubstanciales al ser humano. Son esencialmente naturales.

El Derecho no es verdadero ni justo por sí, ni en sí mismo, sino por la Obligación que tutela, y que hizo posible su nacimiento.

La Obligación no está condicionada por nada exterior al Ser... Está condicionada por ella misma... Y está en el ser del hombre. Es del Ser. Es para el Ser. No es fruto de convenios ni de convenciones. Está y es en la Vida. En lo Humano.

El Derecho sí nace condicionado por circunstancias externas... Nace de convenciones y de acuerdos que aspiran a ser fieles a la Ley Natural; pero puede ser, muchas veces, el fruto de desacuerdos, y hasta el mal fruto de imposiciones, de arbitrariedades y de injusticias.

El hombre solitario no tiene derechos; sólo tiene obligaciones (y deberes).

Antes de que apareciera Viernes, Robinson Crusoe sólo tenía obligaciones (y deberes): obligaciones consigo mismo y con su entorno viviente y no viviente. Para con la creación toda tenía deberes esencialmente.

Con la llegada del indígena, de Viernes, llega también el Derecho, nacido de la fortuita convivencia entre los dos hombres, y que tendrá como límite el derecho del otro, ‘de mi prójimo Viernes, ese buen salvaje’, recién llegado y bautizado por Crusoe. Y aparece el derecho, el Bien y la Justicia; y podrán aparecer, también, la opresión y la injusticia.

El objeto fundamental y esencial de las Obligaciones es el Ser Humano... Y su humanísima tutela... Y deberá serlo también del Derecho.

La Obligación es propia del individuo, de la persona, del ser humano. En las colectividades, en la muchedumbre, no parecen existir las Obligaciones. El Estado se hace uno: ‘El Estado’. Y tiene obligaciones, y deberes.

Toda obligación ha de estar ligada a una necesidad del Hombre, irrenunciablemente. Sólo así será Verdadera Obligación.

Y recordemos que no sólo hay necesidades corporales (Alimentarse, tener un techo, vestirse, etc.)... Hay, también, necesidades del alma (del Espíritu). Y ambas se hacen una en el Ser; en el ser del Hombre.

Y la obediencia justa es una necesidad del alma... Es una necesidad de la Vida. Pero la Obediencia sólo es, y sólo ha de ser, (sólo ha de darse) desde una pureza infinita, interminable.

Existen dos ‘formas’ de la Obediencia: la obediencia a la norma, a la obligación, a la ley justa; y la obediencia a aquella persona que está investida de la condición de guía, de jefe, de conductor verdadero de hombres; son (Deben ser) seres poseedores de Autoridad, y nunca de Poder absoluto ni de autoritarismos deshumanizantes.

La Obediencia es un con—sentimiento que está dado para siempre; sin otra limitación que las objeciones de conciencia, íntimas y personales... Nace, es, desde un mutuo cumplimiento eterno de la Gran Ley Moral. Recordemos: ‘Amarás (y respetarás) al Señor tu Dios sobre todas las cosas, y a tu Prójimo como a ti mismo’. No podrás amar y respetar de modo absoluto al tirano, al déspota.

La Obediencia verdadera (justa) no se sustenta en la búsqueda viciosa de recompensas o de ganancias ilegítimas; ni en el miedo; ni en el temor al castigo... Estos condicionamientos, anormales, desvirtúan la Obediencia y la pureza de la Obediencia, y la convierten en servilismo, en indignidad de la persona humana..., en estados patológicos del alma y del espíritu.

Por esta razón sólo estamos obligados a obedecer a aquellos seres poseedores de Autoridad y de humanismo (sin autoritarismos), quienes, a su vez, obedecen a una Autoridad que reconocen (y la aceptan) como superior a sí mismos, desde la más profunda eticidad.

Cuando una persona obedece, p. ej., a un jefe de Estado, a un presidente, a un ‘militar’, a un tirano, o a un simple ‘jefe’ que no se siente responsable (ni sujeto de obediencia) ante nadie, ni siquiera ante sí mismo, entonces obedece a un enfermo, Y será conformada una situación anormal, patológica, antinatural.

Por otra parte, si alguien, a sabiendas, conscientemente, se niega a obedecer a la verdadera autoridad (que ejerce su mando desde el apego a la Gran Ley Moral) se priva de una Necesidad esencial del alma y de la vida, y se convertirá, también, en un enfermo del alma...

Desde estas sencillas reflexiones, nos será más fácil comprender que la pretendida ‘Obediencia Debida’, postulada (un duro día) por ‘militares’ y por sus oscuros profetas (y que sigue presentándose de vez en cuando), no es otra cosa que un profundo sin sentido, un absurdo, una debilidad, una enfermedad del alma.

La Obediencia Justa, las Obligaciones y Deberes, y el Derecho, han de tutelar la Vida y el entorno de la Vida Total, eternamente, desde el Bien, la Verdad, la Justicia; y más, infinitamente más...

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