• 06/12/2011 01:00

El derecho de injerencia

P aralelamente a la Tercera Jornada Mundial de la Filosofía, París, 17 y 18 de Noviembre, organizada por la Red Internacional de Mujeres...

P aralelamente a la Tercera Jornada Mundial de la Filosofía, París, 17 y 18 de Noviembre, organizada por la Red Internacional de Mujeres Filósofas, patrocinada por la UNESCO, Bernard Henry—Lévy —BHL—, un poco ‘la oveja negra’ de la filosofía en Francia, acaba de publicar un libro demoledor y que, como decía en las primeras líneas, pretende, sin proponérselo, hacer el contrapeso a las dos jornadas de trabajo de la Red y cuyo tema fue: la primavera árabe, intento de reflexión.

No le veía ni pies, ni cabeza al tema de esta Tercera Jornada, porque desde mi perspectiva los movimientos revolucionarios árabes dejan un sabor a calle y a plazas... lejos muy lejos de guaridas filosóficas. Sin la lectura de BHL y su ‘La Guerre sans l’aimer’ (La guerra que no se quiso), Grasset, 2011, no hubiera podido entrar en el debate.

Observarán que comienzo hablando de ‘la primavera árabe’ en singular. Nosotras también arrancamos singularizando…, como si se tratara de un viento huracanado que de un solo golpe se puso a rugir entre los árabes. Pues, ¡no! Si se puede convenir que fue un viento huracanado, sencillamente no rugió de la misma manera ni en Túnez, ni en Egipto, ni en Yemén (el único país árabe que conozco por mi trabajo en Unesco) y menos en Libia o en Siria. Tanto nosotras, como el mismo Bernard Henry—Lévy tuvimos que movernos hacia el plural para hablar de las primaveras árabes.

Y, ¿por qué hacer ‘la guerra justa’ para evitar que los propios implicados tomen en mano sus problemas revolucionarios y sanen sus memorias adoloridas? BHL acusa a Kouchner, exministro de Relaciones Exteriores francés, de haber traicionado su propia idea... en Darfour... en China... y ante Putin... Y... Sarkozy no lo soportó. Lo echó... Qué lástima... en Libia se hubiera redimido, agrega BHL, porque es justamente la primera aplicación de este nuevo derecho que él inventó. Derecho que entrará en contradicción con la llamada era humanitaria, que, según Bernard Henry—Lévy ya pasó.

Libia no es Iraq. ‘Porque tenemos orgullo y no queremos que nadie venga, ningún soldado extranjero, ya sea amigo, a hacer la guerra por nosotros ni a contener a nuestro enemigo (encarcelarlo?), queremos que nos den el tiempo necesario para armar una fuerza capaz de echar a los mercenarios y a los pretorianos del dictador y que luego libere nuestras ciudades... Dennos los medios de liberarnos y sorprenderemos al mundo... Kadhafi es un tigre de papel’... (página 194). Y entrando en la memoria revolucionaria de los franceses, tampoco ellos necesitaron de nadie para hacer lo propio en 1789. Entonces, libios y franceses están en plano de igualdad, razón tal vez del respeto mutuo entre ambos.

En momentos en que la filosofía es vista como un obstáculo para ganarse el pan, Bernard Henry—Lévy no sólo se apoya en ella, san Agustín, santo Tomás, Grotius... los inventores del concepto de la guerra justa, si no que se reconoce practicando el papel que siempre le ha correspondido a la madre de todas las ciencias, el de la oposición crítica, frente a los sofistas y aduladores. Y, ¡OJO! No estamos hablando de decir no a todo... ‘No voté por Sarkozy ni votaría si se presentara es más he sido un crítico acérrimo de su política’... nos pone en guardia.

Sin hacer ninguna referencia a BHL, nosotras nos propusimos preparar dos revistas electrónicas para insertar en estas primaveras árabes el trabajo de escritura... y analizar ese derecho que en griego se dice tragos; es decir, trágico, que surge al mirar esa herida que todos —hombres y mujeres— llevamos dentro.

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