• 17/12/2011 01:00

Ante la pérdida y el perdón

C onsidero que uno de los factores imprescindibles para perdonar es que la persona que haya cometido una ofensa se arrepienta y se excus...

C onsidero que uno de los factores imprescindibles para perdonar es que la persona que haya cometido una ofensa se arrepienta y se excuse ante los perjudicados. Es muy difícil perdonar a una persona que ha cometido faltas graves como crímenes y que aún se considera inocente, más aún cuando ha sido juzgado en varias cortes de justicia.

En situaciones como ésta: los ofendidos, agraviados, o que hayan perdido a un ser querido, por causa de esta persona, de manera directa o indirecta, se resignen y se conformen con el castigo que el ofensor recibe, aunque éste se considere inocente, o que en efecto, en su criterio, estaba en lo correcto.

En situaciones donde el culpable se considera inocente, después de haber sido condenado por un crimen o crímenes, en una sala de justicia, es de preocuparse, ya que según él, en su relación con el mundo, inclusive consigo mismo, está bajo la premisa, de que sus actuaciones fueron las indicadas, y lo han culpado injustamente. En muchos casos de este tipo, estas personas recurren a la historia para ser juzgadas, para darse cuenta al final que estaban equivocadas.

Me pregunto, ¿qué relación puede tener esta persona con otros?, y me respondo: muy limitada. ¿Cómo puede una persona, pasando años tras la rejas, con tiempo de reflexionar, inclusive teniendo la posibilidad de exteriorizarle al mundo la pena moral que lleva incrustada en su alma, que a diario le quita el sueño, la salud, decir ‘lo siento’? No lo hace. Es una situación difícil sin lugar a dudas, porque no abre el camino hacia el escenario de la reconciliación.

Ante situaciones de este tipo, la sociedad debe de tener especial cuidado de no cometer errores de tipo humanitario, tratando al culpado con dignidad, apegándose a la moralidad, evitándole agravios y humillaciones. Dándose situaciones de este tipo, los que imparten la ley, deben dar el ejemplo claro: un mal no resuelve otro mal. Ante la comunidad de una ciudad, país, o grupo de naciones, el manejo sensato y prudente, fortalece a todos ante la situación.

Otro aspecto del perdón de singular importancia es el de no vivir de rencores; siendo el odio enemigo del progreso y de la paz. Nadie progresa con un corazón resentido, nadie encuentra la paz sin perdonar.

¿Qué ingredientes pueden sanar un alma herida? En mi opinión: el más importante, el tiempo, nos da la oportunidad de dimensionar el daño, pasando los años encasillarlo, por igual los rencores y odios productos de la mala acción reconciliándolos, metiéndolos en una botella y cerrarla fuertemente, nunca dejarla abrir.

Porque el ser humano mientras tenga memoria, no olvida. No obstante, su ‘inteligencia intrapersonal’, la cual todos tenemos, al hacerse introspectivas mentales, va de manera natural haciendo una suma y resta de sus sentimientos, que al final lo reconcilia, pues, el hombre, en la peor de las circunstancias, busca paz y tranquilidad mental, de manera natural, instintiva.

En la mayoría de los casos, ayuda mucho ver hacia el cielo, pidiéndole al Todopoderoso con mucha fe, fuerza espiritual, para neutralizar el sentido de pérdida o angustia. Nada puede con nuestro espíritu, que puede dominar de manera permanente y definitiva cualquier sentimiento que nos aflija. Reconciliándonos ante situaciones donde factores exteriores no ayudan, más bien, oscurecen el horizonte, empañándolo con sentimientos e ideas muy alejadas a la realidad.

Si bien es cierto, el ser humano no es perfecto por voluntad divina, no obstante se nos dio un alma con aliento divino, para que siempre lo encontremos a Él dentro de ella, y siempre recurramos a nuestro sentir humano, resolviendo cualquier diferencia en nuestro interior o exterior que nos afecte.

DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN ARTE PARA BENEFICENCIA.

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