• 28/03/2012 02:00

Que sea como un diamante

El próximo gobernante de Panamá debería ser como un diamante. Quiero decir con ello que debería reflejar las singulares características ...

El próximo gobernante de Panamá debería ser como un diamante. Quiero decir con ello que debería reflejar las singulares características que hacen de esa gema una de las más estimadas entre todas las piedras preciosas y semipreciosas. Como esa joya, el próximo presidente debía brillar, mostrando cualidades personales que lo hagan digno de respeto y admiración de nuestra parte; así nos daría la confianza de que gobernará a favor del bien común, no de un grupito de privilegiados, incluyéndose él.

Hay diamantes de todos tamaños y colores, de variadas purezas e impurezas. Hay artificiales e imitados, como la zirconia, y falsos; también hay personas que, en el argot popular, son ‘unas prendas’, a pesar de aparentar otra cosa. Esos no son los que necesitamos como gobernantes.

Tanto el diamante como el grafito proceden del carbono, pero mientras el primero es el mineral más duro de todos, el grafito en cambio es muy blando. Por duro, el diamante no se puede rayar, sólo por otro diamante. Es una joya de gran valor comercial; sin embargo, el carbón, que tiene el mismo origen en las profundidades de la Tierra, es el elemento más barato.

Los ácidos no hacen mella al diamante, como sí lo hacen en una perla. El agua se desliza sobre la superficie del diamante sin mojarlo. El diamante rebota cuando se choca con una superficie dura, pero los expertos cortadores de diamantes saben cómo fracturarlo para darle la forma deseada en la elaboración de una joya. El diamante posee la característica conocida como dispersión, que consiste en transformar un rayo de luz blanca en un centelleo de todos los colores del arco iris, en lo que se conoce como los fuegos del diamante.

Se aduce que el origen del nombre del mineral es un término griego que significa invencible o inalterable. Quizás por esa connotación es tan apreciado como testigo perdurable de las promesas que se intercambian con los anillos de compromiso o de matrimonio.

¿Cuáles cualidades del diamante deben adornar la personalidad de quien aspire a constituirse en el individuo que pretenda dirigir los destinos de nuestro país —y de todos nosotros— por los siguientes cinco años? Propongo: que sea duro, en el sentido de mantenerse siempre firme de acuerdo a sus principios éticos frente a todas las tentaciones que se le puedan presentar; que no sea blando ni barato como el grafito, que nada ni nadie lo pueda rayar con lesiones a su honra o a su reputación; que pueda dispersar todo un arco iris de fe y esperanza a un pueblo descreído y cínico; que a la gente le cumpla su compromiso cuasi-matrimonial de campaña; que permita que la crítica no le haga mella y que la lisonja se le resbale como el agua al diamante; que se cuide de quienes, como los cortadores, pretendan doblegarlo o fracturarlo; que sepa rebotar oportunamente cuando se equivoque y corrija rumbo, en lugar de obstinarse contra la superficie dura. Que, ante las presiones y las responsabilidades cotidianas del cargo, se muestre invariable en el camino hacia los altos objetivos de la nación panameña.

Corresponde a los partidos políticos la responsabilidad de presentarnos ofertas electorales de esa calidad, no solo como candidatos a la Presidencia de la República, sino además al Poder Legislativo y a las autoridades municipales. De lo contrario, que se lancen al ruedo los independientes que se consideren que llenan esos requisitos.

Y que el candidato a la Presidencia nos pueda decir, de frente y sin titubear: ‘Mírame a la cara. Nunca te he mentido. Y tú lo sabes’.

EXDIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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