• 12/07/2012 02:00

La alternativa de poder

Cuando se arrincona a la ciudadanía, a esta no le queda otra salida que tirarse a la calle a darle la pelea a un gobierno que solo la ut...

Cuando se arrincona a la ciudadanía, a esta no le queda otra salida que tirarse a la calle a darle la pelea a un gobierno que solo la utilizó para ganar las elecciones. Desde entonces ha gobernado en forma despótica, antidemocrática. Con la receta de ir por todo, Ricardo Martinelli se ha internado en una pelea irreconciliable, que no puede ganar. Pero tensa la cuerda al máximo. Si no cómo puede interpretarse la provocación de tratar de imponer, contra todo rechazo, la reforma electoral y multiplicar sus ataques contra el periodismo crítico e independiente.

Pero hay una variable que parece que no estaba presupuestada. Se está quedando sin liquidez. Radicalizarse cuando se tiene dinero es fácil y conveniente, porque es posible elevar los premios para los que se arrodillan y mostrar a quienes no se someten lo que se están perdiendo. Cuando no hay dinero suficiente, intentarlo puede ser contraproducente. Antes estaba inclinado en el plano de las preferencias ciudadanas, pero ahora está al borde del barranco impopular, entre el imperio de la desconfianza y el descrédito.

Martinelli ya no monopoliza la agenda nacional, y cada vez es mayor el rechazo a sus decisiones arbitrarias. Como desconoce el pluralismo democrático, solo acepta su propia voz de mando que tiende a abarcarlo todo, con la consecuencia de que las reglas del juego son cambiadas constantemente a conveniencia y se entronizan los comportamientos facciosos.

La realidad es que Martinelli nunca ha gobernado con absoluta tranquilidad, precisamente por sus exabruptos. No le agradan los reclamos sociales, ni las rebeliones gremiales, ni las tensiones que son propias de la política en democracia. Para él esas tensiones encubren algún espíritu conspirador y su único mecanismo es enfrentarlas confrontando y con violencia.

A Martinelli no hay que pretender entenderlo solo desde la política. La psiquiatría es también una buena fuente de orientación. Porque el foco de la política gravita más en su emotividad. La subjetividad de su mando se ha vuelto cada vez más voluble por su tendencia a controlarlo todo, tanto la vida pública como la privada. El dominio absoluto, que está resquebrajándose, revierte hacia adentro del gobierno, porque las decisiones están sujetas a una especie de gerencia unipersonal. Se ha vuelto borroso el límite en el que termina Martinelli y comienza el Estado.

Esa gerencia unipersonal organiza la política alrededor del supuesto principal de que está rodeado de enemigos. Esos enemigos están ocultos y, en la viciada racionalidad martinellista, es capaz de orquestar operaciones simultáneas y en los más diversos planos.

La creencia en ese complot permanente no solo condiciona la concepción y la interpretación de los hechos. También impone un método. Los aparatos de seguridad pasan a ser una guardia personal para espiar, intimidar y reprimir y la información está rodeada de secreto por el temor a que una filtración dé ventaja a esos enemigos. Se impone la máxima de El Padrino: El poder siempre está en guerra y quien propone un acuerdo es un traidor. Por eso no considera, ni siquiera en forma remota, la posibilidad de la alternancia. Su proyecto es la continuidad. Con semejante concentración de poder, va por todo, con el riesgo de quedarse con nada.

Pero hay muchas grietas por las que se filtra la verdad escondida. Una verdad que muestra al monstruo político que Martinelli pretende ubicar fuera de sí mismo, cuando él lo representa de cuerpo entero.

Mientras, en la acera de enfrente, se aprecia una oposición que está consolidándose y acaparando la credibilidad que Martinelli ha perdido, que le ha quitado la iniciativa y ocupado espacios de competencia política. Al gobierno solo le queda ver cómo maneja el descontento social que presagia fuertes enfrentamientos en las calles. La oposición, convertida en actor central, es la alternativa en la rotación del poder. Le ha invadido la primera línea del poder oficial y en el medio se halla una sociedad que espera certezas de este nuevo liderazgo, para recuperar la estabilidad y garantizar la gobernabilidad.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus