• 09/03/2013 01:00

Ay, qué miedo

El miedo tiene varias definiciones. Es descrito como la sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o ...

El miedo tiene varias definiciones. Es descrito como la sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario. Y como el recelo de que suceda lo contrario a lo que se espera o desea. La realidad del miedo es dañina para todo ser humano que lo alberga. Las Sagradas Escrituras nos alienta diciendo: ‘Porque Dios no nos ha dado espíritu de miedo ni cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio’. (2 Timoteo 1:17).

El miedo nos paraliza, nos inhabilita, nos impide actuar. ‘Valiente es el que no toma nota de su miedo’, dijo George Patton.

Considero que el miedo, son los barrotes de la cárcel que nos hemos construido nosotros mismos y que nos impide seguir adelante. Este miedo que funda las acciones del ser humano, crea ilusorias limitaciones, que son creencias tan frágiles como cualquier cosa.

Esa sensación de inseguridad nos hace sentir atacados cuando se critica nuestra conducta. El miedo no nos permite hacer una autoreflexión de lo que nos dicen. Hace que veamos enemigos en quien nos quiere orientar a través de escritos o por medio de programas radiales o televisivos y hacer correctivos para mejorar.

No existe mejor alivio que hacer lo que sentimos y ser lo que somos. Sacarlo a la luz, sin disfraz, sin las máscaras absurdas que nos colocamos por el miedo a lo que puedan pensar los demás.

Si fuéramos más atrevidos, más responsables con nosotros mismos, actuaríamos más en el presente, hablando desde la verdad y seguros, desde adentro hacia afuera, y obtendríamos mejores resultados.

Una falsa idea es que la persona es lo que los demás piensan de ella. Eso hace que los políticos inseguros no participen en debates públicos, porque no han desarrollado su propio plan y están siendo llevados por el ego para obtener el poder por el poder, sin desarrollar una propuesta responsable ante la sociedad.

El miedo hace que nos sintamos atacados cuando alguien critica nuestra conducta. El ego obnubila de tal manera, que vemos como enemigos a quienes nos orientan y como amigos a quienes alimentan nuestro ego.

Para liberarse del miedo, no hay que sentirse ofendido. La conducta de los demás no es razón para quedarse inmovilizado. Lo que ofende, solo contribuye a debilitarte. Es el ego en plena acción, convencido de que el mundo no debería ser como es.

Libérate de la obsesión de ganar. Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Empeñarse en ganar es un método infalible para evitar el contacto consciente con la realidad. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más influencia que nosotros. Libérate de la necesidad de tener razón en todo. El ego es fuente de conflictos y disensiones, porque empuja a hacer que los demás se equivoquen. Cuando se es hostil, nos desconectamos de la fuerza de los objetivos genuinos. Cuando nos olvidamos de la necesidad de tener razón, podemos fortalecer la conexión con la fuerza que nos mueve a cumplir nuestros propósitos. He visto personas dispuestas a morir antes que dejar de tener razón.

Libérate de la necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. Hay que centrarse en el crecimiento, con permanente conciencia de que todos somos iguales en la dimensión planetaria y en la concepción humana. Cuando se proyectan sentimientos de superioridad, el individuo enferma interiormente, es dominado por el resentimiento y en última instancia por la hostilidad.

Libérate de la fama. La fama que tenemos no está localizada en nosotros, sino en la mente de los demás y, por consiguiente, no ejerces ningún control sobre ella. Si hablamos con 30 personas, tendríamos 30 famas distintas. Si nos preocupamos demasiado por cómo nos perciben los demás, perdemos el enfoque y abrimos espacios para que nos guíen las opiniones de los demás. Así funciona el ego. Dejemos que otros discutan sobre nuestra fama.

Cuando los políticos de mi partido, el PRD, y de otros partidos entiendan que el miedo los esclavizan y que el ego los hace prisioneros, entonces habrá un Panamá mejor. Mientras tanto, todo será una lucha de poder por el poder.

MIEMBRO DEL PRD.

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