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- 11/03/2013 01:00
El Chávez que yo conocí
Corría 1994 cuando comencé mis pininos en la televisión. Había perdido el intento de segunda reelección como diputado (en ese entonces legislador) de la Asamblea Nacional de Panamá. Desde mis años mozos como dirigente juvenil había estado vinculado con la radio. Como dirigente del entonces Partido Demócrata Cristiano (COPEI en Venezuela), muchas veces acudí a entrevistas y debates televisivos.
El segundo canal del país, TVN Canal 2, consideró interesante hacer un programa matinal diario de debates, ‘Fuego Cruzado’, con otro diputado perdedor en esas elecciones: Mario Rognoni, del PRD del general Torrijos. Tuvimos gran impacto y muchos querían presentarse en los quince minutos de ‘prime time’ en la mañana.
Para sorpresa mía, un día me anunciaron que el invitado del día sería el delgado candidato venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, en sus pininos en la vida política, luego de la amnistía del presidente Caldera que lo liberó de la cárcel por insubordinación en contra del presidente Pérez. Después me enteraría que el amigo Caldera, en visita a su compadre en Barinas, viejo copartidario, había prometido amnistiar a su ahijado Hugo Rafael.
Me parece recordar que fue el en ese entonces embajador de Venezuela en Panamá, Luis Ochoa Terán, buen amigo mío, quien gestionó con mi socio Rognoni la presencia de Chávez en el programa. Se generó mucha euforia porque el invitado respiraba esperanzas; una alternativa a la candidata Irene Sáez, exMiss Venezuela, gobernadora de Nueva Esparta, quien en ese momento lideraba las encuestas.
Supimos que ese candidato antipartidos tradicionales quiso viajar a Estados Unidos, pero le negaron la visa por aquello de que había participado en un golpe de Estado. Gran Bretaña a cambio lo recibió, dándole además del emblema de enemigo de status quo, aquel de antiimperialista, tan útil en las lides políticas criollas. Se fue forjando así el candidato de la esperanza, en ese momento con solo el 3% en las encuestas, quien ganará su primera elección contra el gobernador de Carabobo, el emblemático Salas Rohmer.
Ese Chávez sencillo, venezolano común, campechano, cautivó a la audiencia. Su proclama era lo que todos esperaban: una sociedad justa y democrática. Acceso a los pobres a las riquezas del país. Libertades para todos. Evitar los abusos del pasado, que tanto daño habían causado a la sociedad venezolana. Un alto a la politiquería de los partidos tradicionales.
Hoy, ante su muerte honramos el legado que le ha dejado a Venezuela. Quien lo reemplace deberá dedicarle más a los que más sufren pobreza y exclusión social. No compartimos todo lo que hizo durante su mandato, pero no somos quienes para juzgar sus actuaciones: eso solo le corresponde a Dios. Solo pedimos como cristianos paz a su tumba y que el Señor lo tenga en su Gloria. Por igual creemos que, aún después de su muerte física, merece respeto a su condición humana, no solo de los que le adversaron, sino también de los que lo han apoyado y pareciera se quieren aprovechar de su legado.
EMBAJADOR DE PANAMÁ (OEA) JULIO ‘09 A ENERO ’13.