• 13/03/2013 01:00

Irrespetuosa, costosa y de mal gusto

E stamos a mitad de semana entre las primarias presidenciales de los partidos de oposición. Un voto libre y un escrutinio prístino en es...

E stamos a mitad de semana entre las primarias presidenciales de los partidos de oposición. Un voto libre y un escrutinio prístino en esos ejercicios son el paso previo indispensable para dar legitimidad y mayor relevancia al proceso que posibilite al soberano escoger sus gobernantes a conciencia y en orden. Pero es lamentable que otra vez, por los vientos que soplan, se perciban nubes borrascosas que desde ahora tiendan a enrarecer el ambiente. La campaña ya tiene claros visos de irrespeto, de excesivo costo y de un gusto lamentablemente chabacano e impúdico. Es un estilo vergonzoso, característico de aquellos actores que no tienen intención de cambiar ni de proyectar conductas edificantes.

Nos impondrán catorce meses de publicidad marrullera que promoverá campañas diseñadas con alevosía de mensajes groseros, cargados de ofensas personales que el fiscal Electoral podrá permitir durante quince días. Algo tenemos que hacer para que se demuestre que el insulto y la vulgaridad resultarán en un bumerán que perjudicará solo a quienes los lanzan con inquina. Tampoco podemos permitir que pase inadvertido cualquier intento por malversar fondos como tristemente fue El Bebedero.

¿Cuál es la mentalidad de quienes propician campañas políticas como las que parecen asomar? Sin duda denigran al ciudadano. Si es necesario el insulto para impresionar favorablemente al elector, nos recuerda el concepto torcido de aquellos emperadores tiranos que, para divertir a los espectadores, se regodeaban en promover batallas a muerte de gladiadores en el Coliseo romano. Si es indispensable invertir millones de dólares en regalos costosos para lograr lealtades y adherentes para su causa, es similar a aquellos traficantes que cazaban hombres libres en África y los vendían como esclavos a terratenientes en Brasil o a hacendados en Norteamérica. Si parece conveniente usar lenguaje chabacano y procaz para supuestamente poder hacerse entender, es parecido a aquellos payasos de circo que sacrifican el decoro en sus expresiones para hacer reír a la audiencia. Tiranos, traficantes, payasos.

Para esos operadores políticos, el ciudadano es un mentecato que vive de la inmediatez, incapaz de ver más allá de sus narices o de reflexionar sobre su realidad, de escasa educación y bajo nivel cultural, insensible a la relación existente entre su voto y los malos manejos e ineptitudes de quienes apoye.

Frente a esa mentalidad de quienes pretenden dirigir las campañas en esa dirección, el clamor de quienes insisten en que ‘soy un ciudadano, no cliente’ lleva un mensaje muy poderoso y apropiado a los tiempos electorales que vivimos. Quienes tenemos conciencia del poder del voto, de que el pueblo es el soberano propietario del poder, y de que las elecciones cada cinco años son un sagrado mandato de servicio a los demás y no una patente de corso para defraudar y robar, tenemos la obligación ética y cívica de imponer nuestro criterio sobre intentos malsanos y denigrantes.

El estruendoso silencio de quienes debieron adherirse al Pacto Ético Electoral propuesto por la sociedad civil y la Iglesia Católica, y no lo hicieron, es una ruidosa señal de las intenciones de conducir una campaña irrespetuosa, costosa e indecorosa en el proceso que recién se inicia. Nos avergonzará a todos. Las excusas baladíes quedaron al descubierto, porque aunque la ley pueda ya contemplar la conducta propuesta, cierto es que el gesto de la firma compromete un evidente valor ético. No olvidemos los católicos el significado del Sacramento de la Confirmación.

A pesar del pronóstico sombrío, quienes asistimos a la respectiva primaria esta semana aspiramos participar en una campaña política sin diatribas que permita, con respeto y buenas maneras, discernir la mejor opción para el país.

EXDIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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