• 09/09/2013 02:00

Los medios tienen la responsabilidad

Mi opinión sobre el papel de los medios y su incidencia en la vida nacional ha sido clara: juegan un pobre papel en la construcción (des...

Mi opinión sobre el papel de los medios y su incidencia en la vida nacional ha sido clara: juegan un pobre papel en la construcción (destrucción) del contexto social de la Nación. Más puntual, toda la estructura de información y difusión periodística es de lamentablemente calidad y perniciosa, particularmente en los medios audiovisuales.

Si no me creen, otra vez, la semana pasada es ejemplo suficiente para sostener mi argumento. Tres incidentes vergonzosos transmitidos por los sistemas noticiosos televisivos que se extendieron a lo largo de toda la semana; y, que además fueron retransmitidos por otros medios y programas informativos: dejaron boquiabiertos a más de cuatro. Sosteniéndose sobre los nuevos medios sociales, hicieron gala del más bajo e insensible sentido de responsabilidad para con la sociedad y la Nación; entre estos, un enorme segmento de la población que se encuentra en el sistema educativo haciendo lo necesario por formarse como ciudadanos dignos y responsables.

Necesariamente, las consideraciones sobre lo que es noticia o no lo es, lo que merece ser discutido por un panel de expertos/conocedores y/o lo que mejorará la condición económica, social y cultural de la población debe ser reevaluada por los productores noticiosos, para cumplir con las exigencias de crecimiento cultural e intelectual de una nación en vías de desarrollo, o del primer mundo, como la misma semana pasada nos han querido vender.

Los medios, a través de las décadas, se han encargado de moldear nuestra conducta. Si programas música clásica en la radio y le enseñas a la audiencia a valorarla, tendrás una sociedad con un sentido de la apreciación musical de un nivel de aceptable exigencia. Si emites las imágenes de un seudocantante, gritando y saltando de un extremo del escenario a otro, entonces tendrás una audiencia que danzaría al son de cualquier ruido desentonado.

Si a través de las imágenes cinematográficas los personajes procuraban vestir de una manera en que respetaban su presentación individual ante el público, entonces tendrás una sociedad que se preocupa por el buen vestir y la elegancia. Eso sucedía aquí en Panamá hace tan solo unas dos o tres décadas. Ahora, mientras con más desgreñado se presentan las figuras mediáticas ante las cámaras, más la sociedad que los imita se empeñará por plagiarlos.

Si los politiqueros utilizan los medios electrónicos y sociales para insultarse y estos insultos tienen salida inmediata y constante en los demás medios de comunicación con mayor incidencia y repercusión en la sociedad, no tenemos de qué quejarnos. El poder de la influencia de los medios es lo que nos hace ser quienes somos: más para mal que para bien, como consecuencia de un proceso imitativo y de aceptación como la norma.

Ya había plateado que con todo y nuestro estupendo crecimiento económico, un cambio cultural es quizás el primer objetivo a alcanzar. Y un cambio profundo en la forma en que hacemos política y el ejercicio comunicativo para realizarlo con la intención de persuadir a nuestros interlocutores en la promoción de nuestro sentido de futuro es materia de seria consideración para la clase politiquera.

Hay que abandonar las prácticas proselitistas existentes: la descalificación —a como dé lugar— del bando contrario; la fiesta y el guaro; la compra de votos; los salves; las bolsas de comidas, los electrodomésticos y demás; las gorras y camisetas; y, el increíble y elevado gasto en propaganda política.

En algún momento escribí (o pensé) que el maleante de calle se las rifa, porque no tiene nada que perder. Hay otro grupo que se las rifa igualmente, porque tienen las de ganar. Están ligados a los grupos del poder económico y político. Son los que fabrican las maracas y en muchos casos los tienen agarrados por los mangos. Y en ese juego conducen la orquesta para sus fines personales: influenciar el ambiente del baile. Los medios y sus actores sirven de altavoces; y, entre ellos algunos periodistas.

Habrá que discutir a fondo el rol que queremos jugar en este oficio. O es esta necesidad farandulera y de protagonismo que algunos parecen favorecer o jugamos un papel digno de presentar los hechos de una manera justa, bien documentada, balanceada y con el respeto que merecen todas las partes.

No en vano sigo promoviendo mis ‘Cinco buenas o descabelladas propuestas para la campaña politiquera’. La Tercera Propuesta señala ‘Que los partidos políticos se tomen el tiempo y muestren interés en educar, tanto política como intelectualmente, a todos sus candidatos a puesto de elección. No tiene nada de malo invertir en educación política y mucho menos en educación cultural y social. (...) con un plan de capacitación bien diseñado y estructurado, profesionales nacionales puedan facilitar estas sesiones de capacitación para el mejoramiento intelectual de la clase política.

Y la Cuarta Propuesta reza: ‘que los medios no alimenten la actividad politiquera y se pronuncien sobre el proceso únicamente cuando los planteamientos sean serios, contengan propuestas viables que redunden en beneficio de la colectividad. Que no promuevan la descalificación caprichosa y fácil de un adversario sobre otro. Los medios deben abstenerse de promover el lleva y trae pueril y la demagogia (...). Que interesante sería que los dueños de los medios acordaran iniciar el verdadero desarrollo cultural de la Nación y renunciaran al modelo actual, para asumir el liderazgo mediático en la educación y elevación cultural de la población.’. Lo vivido la semana pasada, me da la razón.

COMUNICADOR SOCIAL.

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