• 15/09/2013 02:00

Una zona libre incomprendida

Me conmueve de veras lo que está ocurriendo en la Zona Libre de Colón. A la Zona Libre la conocí bien, desde mis años jóvenes en que lab...

Me conmueve de veras lo que está ocurriendo en la Zona Libre de Colón. A la Zona Libre la conocí bien, desde mis años jóvenes en que laboré como aprendiz en una textilera en los meses de verano. Años después ocupé el cargo de Asesor Legal e integré el Comité Ejecutivo de la Junta Directiva, posteriormente asesoré empresas y establecí mi propia compañía.

Creo contar con el conocimiento, desde el sector público como del sector privado, lo que me permite un análisis objetivo de la realidad de esta área segregada, donde convergen actividades comerciales por miles de millones de dólares.

La Zona Libre de Colón es una historia de éxito. Aquel que cruza la puerta de entrada entiende los riesgos y los altos sobresaltos financieros que atraviesan quienes allí se instalan; operar allí es una agotadora carrera de obstáculos. La presión es máxima y constante. En aviones entre dos meridianos y reuniones en las cuatro esquinas del mundo. Reina una gran cultura de trabajo. Se intercambia información constante, actualizada sobre los mercados y existe una constante evolución tecnológica, imponiéndose un rejuvenecimiento permanente. Se encuentran hombres que se han forjado por sí mismo, atentos a las nuevas oportunidades de negocios, sin arrogancia, ni retórica. La competencia es implacable y el dinero es el patrón de referencia de esta profesión de comerciantes extremadamente estresante. La mayoría contribuye en innumerables obras benéficas, por aquel principio sacrosanto de que la fortuna debe crear el bien.

De allí mi pesar porque la Zona Libre de Colón haya sido víctima de tantos ataques que todos debemos combatir. El país debe comprender que la Zona Libre de Colón es un proyecto económico que ha costado décadas de esfuerzo e ingenio, por lo que vale la pena defenderla ante las amenazas continuas a que se ve expuesta, por minorías influyentes y elites económicas, que manipulan la opinión pública por años, esforzándose en convencer a nuestros compatriotas, mediante una guerra propagandística y sucias campañas, ubicándolas siempre en los extramuros de la legalidad, creándole una grave situación de ánimo público. Trátase de una advertencia implícita y un interés oscuro en destruirla, imponiéndole medidas y controles cuya operabilidad resulte cada vez más engorrosa. El precio que paga el empresario que desatiende las medidas, es la sentencia de su muerte comercial.

El enemigo más enconado de la Zona Libre de Colón, es nuestra misma gente; que encumbrada en el poder, le impuso medidas drásticas perjudiciales. Los empresarios de la Zona Libre de Colón, que amasaron fortunas, gracias a sus esfuerzos y empezaron a incursionar en otras industrias (banca, construcción, hidroeléctricas, ‘malls’), trajo de inmediato la animadversión y celos de otros grupos criollos poderosos.

Usuarios de la Zona Libre de Colón fueron los impulsores de una bonanza en la capital que no conocía antecedentes y que motivó desagrado. Convertidos en los hombres más ricos del país, fueron blancos obvios de ataques. Son los errores que se cometen cuando no se sabe medir la envidia y magnitud de tus adversarios y no se reconocen los aciertos ajenos. Ese es el esquema simplista y el principio de la tragedia de la Zona Libre de Colón: El odio que en ciertos sectores ha causado su éxito.

Estos adversarios no reparan en sus métodos oprobiosos para imponer normas y medidas y frenar de una vez por todo el auge de la Zona Libre de Colón, sin importar ni medir las consecuencias desastrosas que para Colón y el país ello conlleva.

Como si lo anterior no fuera poco, hoy la Zona Libre de Colón, hinchada de crédito, se encuentra inmersa en una delicada iliquidez, causada además, por el cierre de sus dos mercados más importantes, Colombia y Venezuela. Por un lado Colombia, que impuso ciertas restricciones a las reexportaciones provenientes de la Zona Libre de Colón (calzado y textiles). Venezuela, por otra parte con su restricción de la venta de dólares, lo que hace imposible que el importador venezolano pueda saldar las obligaciones contraídas.

Como vigía alerta de este sector, empiezo a evidenciar la magnitud de la crisis. A medida que la caja de Pandora se destapa, ingentes ganancias desaparecen, sumándose a enormes pérdidas. Esta gravísima situación, que deja en estado de pánico y ‘shock’ a los empresarios, empieza a causar conmoción en la banca, en los puertos, transportistas y toda la cadena partícipe de la logística de distribución de bienes y servicios.

No intento crear un ‘pánico económico’, al advertir que observo la mecha del gigantesco artefacto explosivo que está a punto de estallar en la provincia de Colón, como ya ocurrió; en esta oportunidad, por el anuncio de despidos masivos y el freno de la inversión privada que a diario se agudiza.

Fue apenas justo no tirar la Zona Libre al abandono y socorrerla, al mediar el gobierno ante Colombia y Venezuela, retrasando el desplome dramático que se avecina. Pese a lo anterior, percibo una perspectiva nada tranquilizadora y veo cavar la sepultura de muchas empresas hoy establecidas. El único pecado que ha cometido la Zona Libre de Colón, es el de vender bueno, bonito y barato.

ABOGADO.

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