• 06/10/2013 02:00

Televisión y conducta

Desde los experimentos de Pavlov sobre los reflejos condicionados en los animales ha pasado mucho tiempo, se ha hablado y escrito tanto;...

Desde los experimentos de Pavlov sobre los reflejos condicionados en los animales ha pasado mucho tiempo, se ha hablado y escrito tanto; e incluso, la anécdota de la salivación del perro al escuchar la campanilla, se llegó a hacer un lugar común y fuente de broma entre legos. Pero todo ello es verdad. Nació desde entonces lo que se conoció como conductismo.

El sicólogo J. B. Watson, sobre la base del descubrimiento de Pavlov y el trabajo de un buen número de colegas, elaboró una teoría conductista de la personalidad, de acuerdo con el comportamiento observable. Posteriormente, B. F. Skinner (no es una casualidad que el director de la escuela del Springfield de Los Simpson se llame igual) desarrolla su teoría sobre el condicionamiento operante.

En este condicionamiento operante, a diferencia de los experimentos de Pavlov y Watson, Skinner incorpora un elemento que llama estímulo reforzador, el cual tiene el efecto de fortalecer el comportamiento operante. Es decir, según Atkinson & Hilgard, el comportamiento es seguido de una consecuencia, y la naturaleza de la consecuencia modifica la tendencia del organismo a repetir el comportamiento en el futuro.

Estos autores ofrecen un ejemplo esclarecedor: ‘Imagínese a una rata en una caja ‘dicen’. Esta es una caja especial (llamada, de hecho, ‘la caja de Skinner’), que tiene un pedal o barra en una pared, que, cuando se presiona, pone en marcha un mecanismo que libera una bolita de comida. La rata corre alrededor de la caja, haciendo lo que las ratas hacen, cuando ‘sin querer’ pisa la barra y !de pronto!, la bolita de comida cae en la caja. Lo operante es el comportamiento inmediatamente precedente al reforzador (la bolita de comida). Prácticamente de inmediato, la rata se retira del pedal con sus bolitas de comida a una esquina de la caja. Un comportamiento seguido de un estímulo reforzador provoca una probabilidad incrementada de ese comportamiento en el futuro’.

Sin tener que darle muchas vueltas al asunto, podemos concluir fácilmente que la vida misma, en su aspecto esencial, la procreación, ha practicado el condicionamiento operante. El placer en el acto sexual se convierte en un reforzador para estimular la repetición de esa acción, de otra manera, la sobrevivencia de la especie correría muchos riesgos.

Las teorías tanto de Watson como de Skinner han sido puestas en práctica en varios modelos educativos, en estos tiempos superados por propuestas más innovadoras y menos comprometidas con la manipulación que en el fondo arrastra el conductismo.

No obstante, la televisión se empeña en ofrecernos un modelo conductista en su programación, convirtiendo a las audiencias menos atentas en perfectos conejillos de Indias. Los resultados que buscan los científicos detrás los contenidos y de los formatos todavía me son oscuros.

Lo cierto es que la televisión, siendo conductista, desde hace mucho tiempo se ha convertido en una escuela más poderosa que la formal, que difícilmente puede ofrecer reforzadores tan estimulantes como los consagra ella. ¿Qué resulta de esto? Que nos hallemos hoy enfrentados a una sociedad de la posmodernidad, superficial en pensamiento y flaca en valores, vivo reflejo de su madre putativa, la TV.

Sin lugar a dudas, la televisión comercial, con su extremado carácter simplista, por todos los medios, se empeña en mantener un nivel intelectual pobrísimo, sin procurar elevar, aunque sea un mínimo cada día, la capacidad de comprensión y de análisis de su audiencia o de, al menos, darle luces sobre el orbe, no solo ilustrarle su propia pobreza.

Mientras más democrática, la escuela se alejó del conductismo, la televisión puede ensayar ese camino en beneficio de su maltrecho target.

ESCRITOR Y CATEDRÁTICO.

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