• 25/11/2013 01:00

Ante una asamblea inoperante y sin prestigio

Cuentan de que en Chile se exigía a candidatos a diputados haber cursado por lo menos la escuela secundaria completa. En un distrito lo ...

Cuentan de que en Chile se exigía a candidatos a diputados haber cursado por lo menos la escuela secundaria completa. En un distrito lo era un excelente educador que fue derrotado por un candidato sin escrúpulos. El buen diputado se retiró de la política y al poco tiempo la curul fue declarada desierta: el ganador había falsificado su título escolar.

En Panamá, donde cada vez más se hace posible que personas hasta con prontuarios penales lleguen a la Asamblea, en lugar de poner más requisitos para quienes aspiran, se los quitan. Así fue con la reforma constitucional de Martín Torrijos en 2004, que permitió que culpables de cualquier delito con penas menores de cinco años pudieran aspirar.

El sistema de elección que tenemos hoy nace en 1984, como consecuencia de los cambios constitucionales del 83, cuando se reformó profundamente nuestra Carta Magna. Algunos de los que participaron en el proceso reformatorio hubiesen preferido la elección de diputados nacionales, pero el régimen militar optó por apoyar la creación de circuitos electorales. En la última elección antes de ésta, en 1968, los diputados eran electos por provincia. Escogiendo diputados nacionales se buscaba elegir a lo mejor de cada partido.

El sistema de circuitos desde el inicio fue criticado por la falta de representatividad numérica del mismo. Hay circuitos con 10 mil habitantes que eligen un diputado, mientras que hay otros con 300 mil habitantes que eligen 3, 4, o 5 diputados. Ese es el sistema que tenemos y que habrá en 2014 que no exige ningún requisito especial, como ocurre en Chile, para optar para el cargo, ni siquiera aquel de exigir exámenes de sangre para determinar el uso de drogas de los candidatos que propusimos en una ocasión.

Esta situación no favorece en lo más mínimo a encontrar a los mejores para dicten las leyes, aunque en el presente hay personas muy preparadas, como abogados, médicos e ingenieros, que pareciera que les resultó más fácil y cómodo que legislar y fiscalizar el andar regalándole cosas ajenas (porque no son de ellos sino del Estado) a sus electores.

Estuve en la primera Asamblea en 1984 y después repetí en la siguiente. Aún cuando los militares y el PRD se habían apropiado de más de una decena de curules y solo éramos 19 opositores, la Asamblea se convirtió en el centro de la discusión política nacional. Todo el mundo estaba pendiente de las transmisiones de las sesiones en Radio Nacional, algunas de las cuales terminaban en el filo de la madrugada. Opositores como Antonio Arias, Marcos Alarcón, Jacobo Salas, Francisco Artola del Panameñista, Jorge Rubén Rosas y Jaime Fernández del Molirena y Raúl Ossa, Bertilo Mejía, Carlos Arellano Lennox, Jorge Montemayor y yo del Demócrata Cristiano le dimos brillo a esa Asamblea, discutiendo con rivales de la talla de Luis Navas Pájaro, Alfredo Oranges, Camilo Gozaine, Hugo Giraud, Ovidio Díaz, Raúl Delvalle, Arturo Vallarino y Raúl Montenegro, entre otros. Había diálogo y confrontación; había discusión y respeto. Esa Asamblea se le recuerda como una de las mejores que ha habido.

¿Podemos decir eso ahora? En lo absoluto. Sopesé la idea de volver a aspirar a la Asamblea, pero lo deseché. La clase de electos que nos espera hace pensar que no serán mejores de los que tenemos hoy. Todo se ha materializado, hasta vulgarizado. Campañas como las que en tres ocasiones hice con contribuciones voluntarias difícilmente se podrán repetir. Todo será costosísimo y sin control. Se volverá a los tiempos de la Patria boba.

Esperaré a una Constituyente que garantice una elección diferente a aquella degradada y amoral que tenemos hoy. El país se merece tener una Asamblea con gente seria y honrada, con capacidad para legislar y valentía para ponerle frenos y contrapesos a los otros poderes del Estado.

POLÍTICO Y ABOGADO. LEGISLADOR EN LOS PERIODOS 84-89 Y 90-94.

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