• 20/01/2014 01:00

Cambio de juego

Cuando preparaba mi escrito de la semana pasada, ‘Propuestas para un nuevo orden social’, no descarté que las tildaran de ‘ingenuas’. Es...

Cuando preparaba mi escrito de la semana pasada, ‘Propuestas para un nuevo orden social’, no descarté que las tildaran de ‘ingenuas’. Es normal que lo vean así; y, así algunos me lo dejaron saber. ‘Utópico’, me dijo un amigo. Claro, cuando ya ha comenzado hace años la contienda politiquera y el camino muy bien marcado, es difícil meter estas propuestas casi al final.

Robert Fritz propuso que: ‘Arreglar algo, significa que podemos tomar lo que existe y repararlo. Rediseñar algo, significa comenzar a partir de la nada y reconsiderar las premisas básicas que nos guían’. Para como va la cosa, esto no tiene arreglo. Creo que para avanzar este país por la senda del desarrollo colectivo y mejores condiciones de vida para todos, particularmente los más necesitados, hace falta una profunda revisión de las ‘premisas básicas que nos guían’, ante todo, como colectivo social. Por eso las propuestas de la semana pasada. Por eso lo retador de ellos. Por eso lo utópico.

Para la mayoría de la generación de panameños que crecimos en las postrimerías del pasado siglo, particularmente entre las década de 1950 a 1980, otra serie de criterios y reglas sociales (inmensamente distintas a las que reinan hoy) definían la conducta del ciudadano en todas sus facetas como individuo perteneciente a la masa social. Esos criterios y reglas formaban el contexto en la cual teníamos necesariamente que existir. Y esas reglas y criterios, la conducta y el contexto social, las sostenía una serie de ‘premisas básicas’, que guiaron nuestra actuación y cimentaron nuestra cultura generacional. Los otros, hicieron lo mismo que hacen hoy, y eso terminó en el golpe de los militares en 1968.

Deetz, Tracy y Simpson sugieren que ‘La cultura involucra las suposiciones más básicas de las personas sobre la naturaleza de su mundo y de las personas que lo habitan’. Esas ‘premisas básicas’ cimentaron nuestra cultura de respeto, familia, patria, libertad, soberanía.

Esa generación entendía claramente las limitaciones al desarrollo nacional que experimentaba nuestro país físicamente dividido por una cultura extranjera, hostil, abusiva y racista. Y entendió sobremanera su rol decisivo, constante y activo por revertir esas condiciones. Muchas vidas se pusieron en juego a lo largo de los años desde inicios del siglo pasado; y muchas vidas se perdieron, particularmente entre esas cuatro décadas de 1950 a 1980, para que este país no estuviera dividido e intervenido geográficamente: con el único objetivo de lograr que tuviéramos la oportunidad de construir un país verdaderamente soberano, con oportunidades y libertad para todos.

Alcanzada la soberanía plena el 31 de diciembre de 1999, cuando finalmente y por primera vez solo la bandera panameña ondeara a lo largo y ancho del territorio nacional: ¿qué cultura se ha apoderado de nuestra ciudadanía?, ¿cuáles son las premisas básicas que nos gobiernan?

El panameño común no ve nada malo en lo de los jamones regalados. Aquí, en el círculo profesional en donde paso la mayoría de mi tiempo semanal, hace unas semanas escuché a un profesional justificar los posibles sobrecostos diciendo que ‘por lo menos las obras se están haciendo’. Ese concepto se ha generalizado, para darle espacio a la gente a no tener que preocuparse por tomar acciones que la conduzca hacia algo que no conoce: aunque sea por el bien del país. Aunque sea por su propio bien. Aunque sea lo correcto.

Eso de convocar a una constituyente originaria: ¿qué es y cómo se digiere? No quieren pensar en eso y mucho menos discutir sus efectos para la salud constitucional, institucional y jurídica de la Nación. Suficiente con las filas del Metrobús y los tranques que no ceden.

Realizar una auditoría forense de todo lo actuado económicamente por los gobiernos en los últimos cinco lustros, no interesa. ¿Cómo es que fulano o zutana tiene los millones que hoy tiene?... no quiero saber; con que me toquen las bolsas de comida y el jamón, estoy conforme. Elegir humanista: ¿esos quiénes son?

Las actividades que se han dado en los últimos días en el escenario politiquero: la elección del vicepresidente de una de las nóminas, las reacciones de sus contrarios y la apatía del que va y viene, deja claro que no hay mayores esfuerzos de la población en ejercer su poder ciudadano para cambiar el juego. Un juego que se torna peligroso semana tras semana, tomando en cuenta que unos pocos controlan el bienestar de unos cuantos millones de ciudadanos.

Escribí alguna vez en los últimos años que debiéramos como sociedad estar encaminados a un estado superior de desarrollo, pero todo parece indicar que estamos en el camino opuesto. Las conductas en práctica suelen convertirse en ley, si nadie se atreve a actuar por el bien común y la impresión popular es que nadie quiere cambiar el juego y reformularla para el bien de todos. Y si nuestro sistema organizativo no inicia un proceso serio, que involucre correctivos inmediatos para revertir las conductas y condiciones actuales de injusticia e iniquidad, nuestro sistema social será revertido a los tiempos de los primates.

Un cambio fundamental en la cultura, decía Senge, radica en el hecho de que las organizaciones, en este caso el Estado, ‘continuamente expanden su capacidad para crear los resultados que ellos realmente desean’. La pregunta de fondo es: ¿qué clase de gobernantes queremos?, ¿qué resultados realmente deseamos como Estado y sociedad?, ¿qué clase de país realmente queremos ser?

COMUNICADOR SOCIAL.

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