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'Es difícil luchar con un enemigo invisible, pero pesa más la vocación'
- 21/05/2020 00:00
- 21/05/2020 00:00
Dalys Melo tiene 46 años, 26 sirviendo en la Policía Nacional de Panamá. En estos momentos, en medio de la pandemia, su trabajo es crucial para cuidar la vida de los panameños.
En una conversación con La Estrella de Panamá, la subcomisionada denota un temperamento de acero. Su tono de voz es fuerte y sus frases, contundentes.
Sin embargo, parece quebrarse cuando recuerda que los agentes de la policía no son inmunes al nuevo coronavirus. Es entonces cuando recuerda que su vocación supera cualquier miedo. Con esa premisa, casi todos los días sale a las calles para cumplir su compromiso social.
Melo siempre ha querido ser como su mamá, que se jubiló de la Policía Nacional, pero que nunca descuidó a sus hijos. Pero sus obligaciones como oficial de policía la han obligado a alejarse de sus hijos para evitar contagiarlos de Covid-19.
La subcomisionada es la encargada de la banda de música que sale a las calles a contagiar de alegría y paz a los panameños, en medio de la pandemia. En esta entrevista relata la experiencia.
Crecí en un hogar en compañía de mi madre y hermanos. Mi mamá se jubiló de la Policía Nacional. Ella es una mujer de un carácter muy fuerte, que siempre nos encaminó por el camino correcto y nos inculcó que había que estudiar para salir adelante. Entonces, viendo y escuchando su ejemplo quise ser policía como ella. Cuando tenía 19 años le dije que entraría a la institución. Después le comenté que quería llegar un poco más allá de donde ella había llegado. Ella me indicó que tenía que estudiar para ser oficial. Así fue que concursé para estudiar en Argentina. Así hice mi carrera como oficial de policía. Actualmente voy a cumplir 26 años de servicios.
A través de la historia, la carrera policial es percibida como muy difícil, dura, en donde se requiere mucha fuerza física y mental. Tradicionalmente es una carrera para hombres, pero las mujeres que hemos incursionado en la policía somos tanto o más capaces.
Formo parte del Servicio de Integración y Participación Ciudadana, que tiene varios departamentos. La sección se encarga de todos los programas de seguridad ciudadana, entre ellos, vecinos vigilantes, cuidado de comercios, bancos, en fin..., somos vigilantes en todo el país. También tenemos el departamento de la banda de música. Cuando me designan a mí para este servicio policial, adquirí la responsabilidad de la banda de música.
Nada. Solo la escuchaba y bailaba. Me encanta la salsa. Es un poco difícil llegar a un lugar, a una sección donde no conoces nada, pero eres la comandante. Entonces, tenemos que tener la humildad suficiente para aprender de ellos y comandarlos como policías. Pero para poder dirigirlos, hay que hacerlo con sabiduría y con la humildad de que hay que aprender de ellos, que saben de música.
Tiene varias secciones internas. Hay agrupaciones folclóricas, de música típica, de mariachis, de voces y cuerdas y de misas. Tenemos la banda concierto, la banda de guerra y nuestra orquesta mayor.
Sí. Los agentes policiales no nos dejan de sorprender. Por ejemplo, yo estoy allí hace un año y cuando los escuchó, cuando voy a las prácticas, no me deja de sorprender cuánto talento hay en la Policía Nacional.
Nosotros estábamos preocupados por todo lo que está sucediendo con la pandemia y el estrés que generó en la ciudadanía. Entonces, un grupo de oficiales nos preguntamos qué podíamos hacer por nuestra comunidad. Trabajo directamente con las comunidades, con vecinos vigilantes, y ellos me llamaban porque todas las semanas se les hacían visitas, pero se suspendieron por la emergencia sanitaria. Y nos preguntamos: '¿Qué vamos a hacer para ayudar a la comunidad, para sacarlos del estrés, aunque sea por un momento?'. De repente pensamos: '¿Si lo hacemos tocando el himno o unas dianas?'. Pero decidimos hacerlo llevándoles música, un pequeño concierto de cinco o siete canciones, con música variada, salsa, merengue y alabanzas. Nos atrevimos. Al principio teníamos temor de cómo nos iban a recibir las personas. Pero un día decidimos salir. Nuestro director general nos apoyó y así salimos por primera vez un 4 de abril de 2020.
Recuerdo que un señor del interior del país, muy amable, nos prestó la planta eléctrica porque no teníamos. Entonces la subimos a la patrulla, un pickup, porque no tenemos unidad móvil y nos fuimos a Betania. Yo fui jefe de la Policía de Betania hace un año y medio, y quise empezar por allí, en la comunidad del Dorado, en la parte de atrás de la Coca Cola. Los residentes observaban curiosos por las ventanas y otros se asomaban a las puertas. Pero, cuando uno de los compañeros mencionó que habíamos llegado para darles un momento de paz, tranquilidad y alegría, las personas sacaron pañuelos blancos y banderas de mi Panamá.
¡Fue impresionante el buen recibimiento! Incluso pude ver a señoras que conocía del programa de seguridad ciudadana llorando y dando gracias. En verdad, me gustó mucho. Ese momento nunca se va borrar de mi mente, no tiene precio. Saber que estamos aportando nuestro granito de arena para bajar el estrés de las personas es muy enriquecedor.
¡Fue increíble! Y créeme que cada vez que salimos y vemos que las personas nos reciben con tanto cariño, es un momento feliz. Es muchísimo para nosotros saber que en ese momento le sacas esa sonrisa o una lágrima a esas personas.
Buscamos relajar a las personas, reforzar la creencia en un ser supremo que nos cuida, que nos protege. Cantamos canciones que nos hacen sonreír como 'Vivir mi vida', de Marc Anthony. Con esas canciones buscamos levantarle el ánimo a los ciudadanos. Patria, por ejemplo, es una canción de Rubén Blades que une al país, más de lo que somos los panameños. Cuando se toca esa canción es cuando Panamá vence, cuando Panamá sale adelante. Unidos hemos demostrado que podemos salir adelante y por eso esa canción cierra los eventos.
También tocamos la canción 'Las avispas'. Escogemos las canciones que lleven el mensaje de que Dios está con nosotros. ¡Ánimo, que esto algún día va a acabar!
Como proyecto cercano tenemos una gira a nivel nacional. Eso es lo que viene, Dios primero. Es un proyecto muy bonito.
¡Gracias a Dios, no! Nosotros guardamos muchísimo las medidas de seguridad. Siempre nos desinfectamos cuando salimos y entramos al carro, en cada momento.
Es normal en el ser humano sentir miedo. Tenemos que regresar a casa, en ocasiones, no siempre, porque a veces el trabajo lo impide, y por supuesto que nos da miedo contagiarnos y llevar el virus a casa. Pero te puedo decir que cuando murió mi compañero subcomisionado (Lezcano), yo me sentí muy mal. Ese día sentía que el mundo se me había caído. Fue un momento muy duro, pero me fortalecí en la palabra de Dios. Al final, solo tengo que sentirle miedo a Dios porque el día que diga esto se acabó para ti, sencillamente se acabó. A veces paso tres y cuatro días sin regresar a casa porque, aparte de mi trabajo llevando la música con mis unidades, tengo otras responsabilidades, como llevar bonos y bolsas con comida sin que haya novedad. Despliego esos agentes todos los días; a veces me voy a los lugares donde están ellos, a supervisar que todo esté marchando bien. Y allí hay contacto diario con personas. Los mismos agentes que cantan llevan los bonos. No son otros.
En los primeros días de la pandemia decidí mudarme para la institución porque me sentía estresada, con el temor de llevar el virus a mi casa. Mi hija de 16 años se puso a llorar y me preguntó cuándo volvería a verme y le contesté: 'No lo sé. Voy a tratar de venir cada cinco días o cuatro días'. Ufff... ¡Es duro! Estoy acostumbrada a estar todos los días con mis hijos, por lo menos en las noches. A pesar de todo, ella entendió y dijo que por lo menos podría verme por televisión o hacerme videollamadas. Pero, ¿qué pasa cuando tienes un hijo de 5 años diagnosticado con TEA (trastorno del espectro autista)? Es un niño con una condición diferente en la que su capacidad de comprensión es aún menor a la de cualquier otro. Imagínate, que cuando él me ve llegar a la casa con la mascarilla, me dice doctora. Pero cuando me la quito, dice: '¡Mamá llegó!'. Él no sabe lo que está sucediendo y lo único que de repente ha notado es que me ve poco. La señora que lo cuida me dice que en las noches pregunta por mí. Pero es muy duro.
Cuando llego uniformada, lo forran con plástico para que lo abrace hasta que me quite todo y me bañe. Espero que pasen un par de horas y me pongo mascarilla para poder abrazarlo. ¡Es durísimo! (se le quiebra la voz).
Lo que sucedió con el compañero subcomisionado que falleció y que trabajó conmigo hace dos años. Él era muy buena persona. En ese momento, todo estaba empezando, la pandemia y el encierro y había mucho desconocimiento del virus y qué tanto podía afectar a una persona. Para ese tiempo pensaba que era un resfriado, que mal cuidado te podía hacer daño. Y entonces muere él ( le salta una lágrima ). Fue durísimo sobrellevarlo.
Sí, tuve miedo de que eso me llegara a pasar a mí, porque mis hijos están pequeños. No es un secreto, tuve mucho miedo.
Queremos siempre recordarles a los ciudadanos que estamos para protegerlos y servirles; que cada día para nosotros es tan difícil como para ustedes. Todo lo hacemos por el bienestar de la comunidad. Es difícil salir a enfrentar un enemigo que no vemos y que quizás está frente a nosotros en alguno de ustedes, pero igual lo hacemos porque es nuestro deber constitucional, y nuestra vocación de servicio supera cualquier miedo que podamos tener como seres humanos. Lo único que les pedimos es que se queden en casa, que cooperen con nosotros.