El barrio de Chualluma en Bolivia, es único en la ciudad de La Paz ya que todas sus paredes están pintadas de colores que resaltan los rostros de las cholas,...
- 19/05/2013 02:00
- 19/05/2013 02:00
Ya habiendo superado la pseudo paranoia que tenía por ser descubierto –y que se nutría con los afiches colgados en los comedores que decían: ‘Te estamos vigilando, no reveles información confidencial’; y ‘Ofrecemos una recompensa de mil dólares al que delate el intento de fraude’–, me llamó el director.
Incauto, paso a una sala de conferencias en la que dos señores me esperan. ‘It’s ok, Louis, don’t worry, we’are not here to eat you’ (‘Está bien, Luis, no te preocupes, no vamos a comerte’), bromea el más gordo de los directivos. Pero no me lo creo.
–Te hemos llamado acá para mostrarte nuestra preocupación por la gran cantidad de personas que están dejando la compañía –continúa–. Sí, y es que definitivamente somos uno de los mejores call centers en Panamá, con los mejores salarios y bonos. Es por eso que necesitamos de tu ayuda. Queremos que seas un espía y que nos remitas correos diarios sobre las cosas que te molestan, lo que escuchas de tus compañeros y las fallas que comenten los entrenadores y los supervisores. Ni tu puesto ni el de ninguna persona que menciones se verá en peligro.
–¿Cómo me escogieron? –pregunto incrédulo.
–¡Oh!, fue absolutamente al azar. No queremos que te sientas presionado, no nos escribas un memo protocolar. Serán correos totalmente informales, si puedes, diarios –contesta. Tampoco seré el único que ‘espía’. Me sumaría, en distinta forma, a los otros seis que se encargan de escuchar las llamadas de los 200 compañeros que están en mi compañía.Pensé en contarle del caso de Tomás Rodríguez, quien se hizo famoso entre pasillos cuatro años atrás, porque no aguantó el calor cuando el aire acondicionado dejó de funcionar y no aguantó. De su caída, y de la inútil labor de su ventilador, se enteró cuando despertó, horas después, en una clínica cercana, luego de desmayarse encima de su teclado, como buen guerrero, con los audífonos puestos. Pero me contengo. Aunque todavía hoy los aires siguen fallando con frecuencia.