La invasión de Estados Unidos a Panamá: la memoria de quienes la documentaron

  • 08/10/2024 15:08
El país recuerda fechas, cifras y nombres. Sin embargo, hay una memoria que suele quedar en segundo plano: la de los periodistas y fotógrafos que estuvieron en la calle, documentando una guerra para la que no estaban preparados

Han pasado 36 años desde la invasión de Estados Unidos a Panamá, ocurrida la madrugada del 20 de diciembre de 1989. El país recuerda fechas, cifras, nombres y consecuencias políticas. Sin embargo, hay una memoria que suele quedar en segundo plano: la de los periodistas y fotógrafos que estuvieron en la calle, cámara y libreta en mano, documentando una guerra para la que no estaban preparados.

Existe una idea extendida de que quienes cubren conflictos se vuelven fríos, distantes, casi inmunes al horror. Pero quienes vivieron la invasión desde el ejercicio del periodismo cuentan otra historia. Una donde el miedo, la incertidumbre y el impacto humano estuvieron siempre presentes.

Para Víctor de la Hoz, periodista con más de cuatro décadas de trayectoria, la invasión no comenzó el 20 de diciembre. Empezó mucho antes, en las calles agitadas por las protestas contra el régimen del general Manuel Antonio Noriega.

“Para ese tiempo era muy difícil realizar el ejercicio del periodismo”, recuerda. La oposición civilista, integrada por empresarios, estudiantes, docentes y profesionales, mantenía manifestaciones constantes, mientras la Fuerza de Defensa respondía con represión. “No había una libertad de expresión en sí. Era muy difícil tanto para los fotógrafos, camarógrafos y reporteros. Había que cuidarse, protegerse, porque uno no sabía qué le podía ocurrir”, relata.

La invasión: cubrir una guerra sin manual

La noche del 19 de diciembre, el ambiente ya anunciaba que algo iba a ocurrir. Periodistas nacionales y corresponsales extranjeros se concentraban en zonas estratégicas como El Chorrillo y áreas cercanas a instalaciones militares. La presencia de antenas parabólicas y equipos de transmisión confirmaba que el mundo tenía los ojos puestos en Panamá.

“A medianoche ocurrió. El sonido de los helicópteros y de los aviones estadounidenses interrumpió el silencio y la tranquilidad del país”, recuerda De la Hoz.

Los periodistas panameños no estaban preparados para cubrir una guerra. No había entrenamiento previo, ni protocolos de seguridad, ni equipos especializados. Aun así, salieron a documentar. “Fue una guerra, pero la cubrimos. Nos preparamos en el camino”, afirma.

El riesgo era constante. Los llamados batallones de la dignidad se movilizaban vestidos de civil y armados, lo que hacía casi imposible distinguir entre combatientes y población civil.

“Arriesgábamos nuestra vida porque no sabíamos quién era quién”, señala.

El Chorrillo en llamas y una muerte cercana

De todas las escenas, una permanece intacta en la memoria de De la Hoz: El Chorrillo.

“Usted caminaba a distancia y podía ver el humo. Primero gris y después negro. Todas las casas eran de madera. Eso fue impresionante”, dice.

La devastación del barrio, construido durante la época del Canal, dejó una marca profunda no solo en sus habitantes, sino también en quienes lo documentaron.

A ese impacto se sumó un golpe personal. El representante de corregimiento de El Chorrillo, a quien De la Hoz había entrevistado horas antes de la invasión, fue uno de los primeros mártires del conflicto.

“Cuando supimos que había muerto, fue impactante. Lo habíamos entrevistado unas horas antes. Eso se queda en la mente de quienes cubrimos antes y después de la invasión”, confiesa.

Fotografiar el caos: imágenes contra el tiempo

Mientras los reporteros escribían, los fotógrafos y camarógrafos enfrentaban otro desafío: lograr imágenes en medio del caos, con tecnología limitada y bajo presión extrema.

Alex Carbonell fue uno de ellos. La noche del 19 de diciembre lo sorprendió dentro de un hotel junto a su sonidista, Héctor Ramírez. El inicio del bombardeo los dejó sin posibilidad de salir. “Nos quedamos grabando durante la noche con las cámaras de ese tiempo, que eran de tubos y usaban cassettes”, recuerda. Al amanecer, se dieron cuenta de que no tenían material suficiente para enviar.

Apenas salió el sol, decidieron moverse. Grabaron algunas imágenes de aviones sobrevolando la ciudad, pero era poco. Fue entonces cuando recibieron información de enfrentamientos en Panamá Viejo. Sin pensarlo demasiado, se dirigieron al lugar. Lo que encontraron parecía una escena de película: soldados atascados en el lodo, helicópteros aterrizados y otros sobrevolando la zona, disparos que volvían a escucharse. Grabaron lo necesario y emprendieron el regreso contrarreloj.

El proceso de envío era tenso y artesanal. El material debía editarse y llevarse físicamente a un punto de transmisión satelital antes de que cerrara la ventana disponible. No había margen de error. “Cuando envié el cassette, me dijeron que no lo tocara por nada del mundo. Las imágenes estaban saliendo en vivo a todo el mundo”, recuerda. Fueron algunas de las primeras imágenes que se transmitieron internacionalmente de la invasión, la mañana del 20 de diciembre.

“Sabíamos que algo iba a pasar”: la antesala de la invasión

Para el camarógrafo Abraham “Pipe” Terán, la invasión de diciembre de 1989 no fue un hecho aislado ni repentino. Fue el desenlace de una cadena de episodios políticos y sociales que, durante años, fueron tensando el país y también la mirada de quienes los cubrían.

“Nosotros conversábamos, hablábamos, especulábamos mucho entre periodistas y camarógrafos. Sabíamos que algo iba a pasar, pero no sabíamos qué ni cuándo”, señala.

La señal definitiva llegó el 19 de diciembre. Terán recibió una llamada que lo envió a documentar movimientos inusuales de aviones militares estadounidenses aterrizando de forma constante en el aeropuerto de Howard, conocido entonces como la base de Jaguar.

“Eso fue como una alarma. Dije: algo está pasando que nosotros aquí internamente no sabemos”, cuenta.

Desde la playa de Veracruz comenzó a grabar. Al inicio, los aviones aterrizaban cada 20 minutos. Luego cada 10. Después cada cinco. Hasta que, según describe, “venían uno tras otro, como si fuera un tren”.

Sin celulares, recurrió a un teléfono público para alertar a su oficina. Entregó el material y volvió a salir a grabar hasta entrada la tarde, cuando la luz ya no alcanzaba. Su último destino fue El Chorrillo. “Allí el ambiente era tenso. Había militares apostados por todas partes”, recuerda. Ya había ocurrido el asesinato del soldado estadounidense que, según la versión oficial, detonó la invasión. A los equipos se les pidió retirarse y descansar porque “el día siguiente sería largo”.

La madrugada lo sorprendió en el hotel donde estaban las oficinas. Fue allí donde escuchó el primer bombazo.

“Boom, boom. Corrí a la oficina. Algo estaba pasando”, relata. Desde una habitación con vista a El Chorrillo vio lo que nunca imaginó: el barrio envuelto en llamas.

El bombardeo no cesaba. Cuando intentaron salir, el lobby del hotel estaba lleno de personas tiradas en el piso. Un hombre armado lo obligó a lanzarse al suelo. Poco después, grupos armados se llevaron a decenas de personas, extranjeros, periodistas y civiles, que serían usados como monedas de cambio.

“Ahí entendí que estábamos siendo víctimas de una invasión de Estados Unidos. Nunca pensé que eso iba a pasar”, afirma. Para Terán, la sensación fue profundamente amarga. “Era el ejército más poderoso del mundo contra un país de menos de tres millones de habitantes. Sentir que un ejército de ocupación estaba matando a tu gente es algo terrible”.

Contrario a lo que muchos podrían suponer, los momentos más peligrosos que vivió no fueron con grupos paramilitares panameños ni con civiles armados, sino con los propios soldados estadounidenses. “Dos veces me apuntaron con fusiles, me quitaron el cassette y me trataron como un delincuente”, recuerda. Una de esas experiencias ocurrió en la Avenida 5 de Mayo. “Tener un fusil en la cabeza y ver que quien lo sostiene es un muchacho de 18 o 20 años, con las manos temblando, es algo que no se olvida”, dice. A 36 años de la invasión, Terán asegura que la sensación persiste. “Sigo sintiendo que fuimos abusados por una potencia sin necesidad. Espero que esto no se repita, ni en Panamá ni en ningún país”.

Víctor de la Hoz
Periodista
El sonido de los helicópteros y de los aviones estadounidenses interrumpió el silencio y la tranquilidad del país. Fue una guerra, pero la cubrimos. Nos preparamos en el camino.
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