Mapas, territorio indígena y su desarrollo interno

Actualizado
  • 03/09/2017 02:05
Creado
  • 03/09/2017 02:05
El nuevo mapa integra información sobre ecosistemas y recursos naturales de Centroamérica y su relación con la presencia de pueblos indígenas de cada uno de los países.

En mayo de 2016 se presentó en Nueva York el nuevo mapa de Centroamérica, promovido por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), la principal organización mundial dedicada a promover programas de conservación de la naturaleza y sus recursos, y con los auspicios de la Cooperación Danesa y la National Geographic Society.

El nuevo mapa integra información sobre ecosistemas y recursos naturales de Centroamérica y su relación con la presencia de pueblos indígenas de cada uno de los países.

El mapa es una caracterización sobre el papel de los pueblos indígenas en la conservación de los recursos naturales, aún en los contextos de cambios culturales que los mismos pueblos experimentan, pero sobre todo de los espacios que ocupan, generalmente sometidos a presiones de distinta índole.

LA METODOLOGÍA

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) es un organismo regional, instituido por la UNESCO para impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de las Ciencias Sociales.

El Programa FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

Dos elementos fueron considerados en la confección del mapa: participación de los representantes de las diversas comunidades indígenas, incluyendo su distribución geográfica, y representación de los recursos naturales en sus ecosistemas, de montaña, costeros, marinos e insulares.

Hay dos métodos de confeccionar mapas de tipo comunitario: aquellos en los que representantes de la comunidad o gran parte de ella participan en la cartografía básica. Se parte de la premisa de que la gente conoce su territorio y puede imaginar una representación del mismo en mapas, independientemente de su escolaridad o no. La más participativa es aquella en la que la gente entra en el proceso de construcción del mapa intercambiando entre sus miembros datos, especialmente cuando estos datos son de conocimiento de distintas generaciones. La gente se distribuye en el territorio y confecciona dibujos a mano alzada del espacio que le corresponde describiendo los accidentes geográficos, los nombres o topónimos de lugares, y luego los discute con el resto. Este proceso estimula la memoria histórica, la toponimia local, a veces substituida por mapas oficiales, definiendo en base a la experiencia los límites de espacios de las propias comunidades y sus recursos. Un efecto es la integración de la comunidad en ese darse cuenta colectiva del espacio ocupado. El segundo, consiste en la integración de equipos de personas conocedoras de sus territorios, líderes y miembros de las comunidades en función de técnicos especializados.

El mapa que se presenta corresponde al segundo método de confección. Este último es el que se utilizó para la confección del mapa en cada país e integrado finalmente por geógrafos cartógrafos especializados.

La participación incluyó a dirigentes como a técnicos indígenas en la nueva era de la tecnología geográfica de uso de herramientas geomáticas y material cartográfico satelital, cuyas diferentes capas temáticas (ríos, topografía, vegetación), fue proporcionada por el Ministerio de Ambiente, Cartografía del Instituto Tommy Guardia y Cartografía de Estadística y Censo, de la Contraloría General de la República.

Los técnicos indígenas fueron el producto de varios proyectos de capacitación de organizaciones no gubernamentales, nacionales y extranjeras. En cada país y en cada grupo cultural se formaron equipos de técnicos indígenas y dirigentes conocedores de sus territorios, complementado con otros especialistas conocedores de las áreas ocupadas por esos grupos indígenas. Mediante talleres y mapas previos, fotos satelitales, y participación de representantes de cada grupo y por región, se fue delineando las áreas ocupadas por la población indígena actualmente, proceso que duró varios meses y trabajos independientes por país y región, que luego se fueron integrando con la participación de geógrafos especialistas. Los talleres fueron extraordinariamente dinámicos y ricos en intercambios de información como discusiones conceptuales y metodológicas que buscaban clarificar los contenidos por subregiones, tanto desde el punto de vista de la distribución de las poblaciones como de la existencia de recursos naturales emblemáticos, como tortugas, aves, jaguares, zonas costeras con pastos alimentos de los manatíes, etc.

El mapa cubre el territorio centroamericano desde Guatemala hasta la frontera de Panamá y Colombia y amplía, mejorándola, la información de mapas previos.

En Panamá, el proyecto involucró a dirigentes y técnicos indígenas de los siete grupos etnolingüísticos indígenas y los usos que les dan a esos espacios. Se trata de representar los espacios ocupados por poblaciones indígenas al presente, indicativos de los usos que les permite proveerse económicamente. Aparte de los territorios bajo la categoría de comarca, y las pocas comunidades a las que se les ha reconocido tierras colectivas, grupos como los naso y los Bribri carecen todavía de protección legal de sus territorios, amenazados por invasiones de otros grupos, proyectos hidroeléctricos o la creación de áreas protegidas que usualmente generan conflictos con las comunidades, debido a la falta de consultas.

TERRITORIOS RECONOCIDOS Y NO RECONOCIDOS LEGALMENTE

En Panamá se encuentran varios modelos de territorialidad indígena, unos legales y otros no reconocidos legalmente, pendientes de solución con el Estado. Ambos tipos están representados en el mapa. Recuérdese que una importante diferencia histórica entre las poblaciones no indígenas y las indígenas en torno al tema tenencia de la tierra es que las primeras no concebían la ocupación de un terreno como parte de una idea de propiedad. El concepto de uso colectivo de la tierra parte de esta premisa, que garantiza la protección de las tierras frente a grupos que sí tienen claro el valor de mercado de la tierra. La adopción del modelo occidental se insinúa, pero limitado en algunas regiones. Lo importante es garantizar que las poblaciones indígenas no queden desprotegidas por la impronta de la presión por la tierra en una visión de mercado.

Los territorios legalizados de mayor extensión son las comarcas, unas con categoría igual a la provincia, otras con categoría de corregimiento, particularmente debido al tamaño de su población (Madugandí y Wargandí, gunas). Continúan las tierras colectivas cuya ley marco jurídico se aprobó en el 2008, pero sin lograr cubrir la demanda planteada por unas 40 comunidades. Hay territorios sin legalización con derechos históricos claros, como los nasos y los Bribri, en el occidente del país. Asimismo, hay comunidades cuya presencia en algunas zonas cercanas a la ciudad son originadas por migrantes del este del país. Algunas de estas comunidades también demandan reconocimiento legal a las tierras que ocupan. El Estado ha mantenido una política de parsimonia en el procesamiento de estas demandas, que en algunos casos, como en Darién y Chepo, han provocado pérdidas de tierras por invasiones de nuevos pobladores.

La correspondencia entre territorios indígenas y recursos naturales generalmente bien conservados demuestra que estas poblaciones han podido mantener una relación positiva con estos recursos, especialmente el bosque de donde derivan gran parte de sus economías y los recursos marinos.

En Darién, gran parte de la madera extraída para la construcción procede de las tierras ocupadas por pueblos indígenas. Contrasta con la presión que generalmente ejerce la sociedad y el Estado sobre las poblaciones indígenas insistiendo en la crítica de poblaciones indolentes porque no transforman el bosque en otras formas de producción, generalmente asociadas al mercado. En el nuevo paradigma que plantea la importancia de estos recursos propios del trópico, aún sin explotar, se despliega la posibilidad de manejar el patrimonio natural y cultural como recursos complementarios y cuyo valor económico es precisamente una oportunidad hacia el futuro, tanto para las mismas comunidades indígenas como para el país.

El nuevo mapa es una oportunidad para la negociación entre el Estado y las comunidades indígenas. Lejos de constituirse en problema al desarrollo, las tierras ocupadas representan alternativas nuevas, como el turismo, el aprovechamiento sostenible de recursos que deben ser técnicamente administrados, que esperamos contribuya a una mejor comprensión de la realidad de las poblaciones indígenas de Centroamérica y Panamá.

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