Pasado y calvario

Actualizado
  • 12/12/2011 01:00
Creado
  • 12/12/2011 01:00
A escasos días de cumplirse 22 años de la invasión norteamericana que puso fin a la tiranía, el gobierno de Ricardo Martinelli —integrad...

A escasos días de cumplirse 22 años de la invasión norteamericana que puso fin a la tiranía, el gobierno de Ricardo Martinelli —integrado irónica y curiosamente por importantísimas fichas del noriegato— decide traer de vuelta al que, todo indica, es su referente, en materia de autoritarismo y autocracia.

Al abandonar Panamá, Noriega, de pocos amigos, si es que los tuvo, dejó tras de sí a sus compinches, socios, seguidores y copartidarios, que se aprovecharon de todo tipo de favores, facilidades, concesiones y negocios que el régimen militar les facilitó. Y como nos refiere la historia en casos como este, a partir de su caída, casi todos sufren de amnesia y lo ven como parte del pasado.

Noriega dejó tras de sí sangre, dolor, lágrimas y, sobre todo, interrogantes jamás respondidas, ni por él ni por sus aliados, locales o foráneos. Sí resultó ser para los factores reales de poder en nuestro país un apreciado chivo expiatorio. Por eso muchos temen que su regreso sea un calvario.

Extraditado a Panamá por motivaciones meramente políticas, Noriega llega ‘a probar su inocencia’. No se podía esperar menos de su genio y figura. Los 22 años no le sirvieron para arrepentirse ni para aportar a cerrar las heridas de la dictadura, sus integrantes y por su persona, que junto a Torrijos, fue una de las dos caras del régimen. Los que lo traen tienen sus propósitos ya confesos de lo que harán con el otrora ‘capo’. Les servirá de escudo, de desviación, de apoyo para sus políticas represivas como las practicadas en Changuinola, y para la remilitarización, motivación fundamental de Noriega desde 1968 hasta 1989.

Panamá ha cambiado, pero la Constitución, las leyes y los factores reales de poder siguen siendo los mismos. Y los organismos a quienes corresponde administrar justicia están atestados desde entonces de partidarios del militarismo y la autocracia. Noriega conoce las reglas y quiénes las aplican, pero, sobre todo, sabe que es el pueblo quien seguirá cargando la cruz.

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